Llega el verano, el calor, la brisa fresca en la montaña, el mar o en una terraza, las fiestas, la buena compañía y los atardeceres. Y es fundamental mitigar el calor, así que ¿quién dice que el vino no puede ser una bebida refrescante y veraniega? ¿O que tenga que servirse solo y en copa? Con permiso de la cerveza, queremos convertir el brebaje de los dioses en la opción más tentadora de los días calurosos. Y estamos hablando de ir más allá del calimocho y la sangría ¿Por qué no saborear un poema oscuro, un zapatero cabernet o un café ruso? Investigad, sed osados y seréis los reyes del terraceo.
Eso sí, siempre con moderación y de forma saludable. Dejad algo para los demás.
Y el mejor acompañamiento para el buen caldo es, por supuesto, una mejor conversación. Así que podéis acompañar vuestra bebida estrella de la tarde con un poco de historia o unas notas interesantes sobre el vino, su procedencia, sus características particulares o su tradición. Aunque sin pasarse ¡no necesitamos impartir un doctorado!
Ya tenéis la receta perfecta para una tarde de verano insuperable. Solo queda brindar ¡chin, chin!
Puedes ponerte en contacto con nosotros a través de la siguiente dirección de correo electrónico. Estaremos encantados de atenderte.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
*Lea nuestra Política de Privacidad
No sabemos si eso que dicen de que cualquier tiempo pasado fue mejor es verdad, lo que sí sabemos es que nos gusta viajar a través de los años. Tenemos un Delorean preparado para hacerlo y varias fechas a las que pasar revista. Nos abrochamos el cinturón y nos vamos, sin necesidad de una agencia de viajes y con la esperanza de encontrar una época en la que poder quedarnos, que la nuestra se está volviendo un poco loca.
Mira que te lo dije, Julio César
Este trasto en el que viajo, me ha llevado al año 44 a. C. Veo a unos señores comiendo uvas, vistiendo unas túnicas de lo más estilosas y con unos peinados que no dejan lugar a duda: estoy en Roma.
Todo el mundo parece bastante agitado y necesito saber el motivo. Me dirijo a unas termas, que es donde se cuece el bacalao, a ver qué me cuentan. A juzgar por el olor a vino, deduzco que ya llevan unas cuantas horas a remojo (por fuera y por dentro), seguro que con esa facilidad de palabra que otorga el zumo de uva fermentado, me cantan hasta La Traviatta: “¡Ave, amigos! ¿Sobre qué conspiráis?”.
Me cuentan con pelos y señales a qué se debe el bullicio que hay en la ciudad: hoy es 15 de marzo, los Idus de Marzo. Resulta que los romanos celebran todos los meses los idus o días de buenas noticias, y este mes se lo dedican a Marte, Dios de la Guerra. ¡Pero cómo les gustan a estos las fiestas, ríete tú del puente de la Constitución! El caso es que hace unos días, un buen hombre llamado Espurina, (que en nuestro tiempo tendría un canal de televidencia con un fondo de efectos psicodélicos y música cósmica) le ha dicho a Julio César que le van a dar pasaporte, que va a irse a catar vino con Rómulo y Remo al más allá, que ya no va a hacer falta que disimule su alopecia peinándose hacia delante… que lo van a matar, vaya.
El tal Espurina ve el futuro hurgando en las vísceras de animales (una forma de leer el futuro tan digna como otra cualquiera) y advirtió al césar: Julio, amigo, te van a matar no más tarde los Idus de Marzo. Y ojo, tiene mérito haberse atrevido a decir una fecha, lo que ya no es tan meritorio era saber que a Julio César le quedaba de vida menos tiempo de vida que a un cristiano en el coliseo. La gente lo acusaba de querer acabar con la república y acaparar todo el poder y es que claro, tenía una fama de mandón que le precedía.
Al parecer, antes de ser el césar, Julio estaba en las Galias controlando a Asterix y a Obelix, pero él quería manejar asuntos más serios en Roma, así que, bajo amenaza de ser juzgado, cruzó el río Rubicón y dijo eso de “alea jacta es”, ese famoso “la suerte está echada” que aún conocemos hoy en día. Vamos que desde el principio se le vio el plumero con eso de echarle arrestos al asunto y querer ganar poder.
Salimos de las termas y vemos pasar a unos camilleros de la época corriendo en dirección al foro. Nos acercamos y comprobamos que han dejado a Julio César como un colador. A golpe de daga, se lo han llevado por delante y el teléfono 902 de Espurina está echando humo por haber dado en el clavo.
Mira que te lo advirtió, “cuidado con los Idus de Marzo”...
Hay que pensar un poco
Escapo rápido de Roma, que aquello está muy liado con el magnicidio. Programo el panel de mando y aterrizo en Rusia en 1983. Es 26 de septiembre y se nota que empieza el otoño.
Entro en un bar y veo al fondo, a un hombre sudando a mares y no parece que sea por la temperatura rusa. Me acerco a hablar con él y se presenta como Stanislav Petrov, teniente coronel a cargo del búnker Serpujov-15, que es el lugar desde el que la inteligencia rusa controla la defensa aeroespacial.
El bueno de Stanislav me cuenta que esta medianoche detectó cinco misiles americanos dirigiéndose a la URSS. En un principio pensó que la Guerra Fría se iba a poner de lo más caliente, así que descolgó el teléfono para poner a todo el mundo alerta y advertir de que igual era buena una confesión rápida, por si acaso era el último día que pasaban en este mundo. Sin embargo, Stanislav pensó durante un momento: ¿quién es el tonto el haba que empieza una guerra con sólo cinco misiles? Keep Calm and Drink Vodka.
Así que el teniente coronel Petrov, conociendo los fallos que se podían dar en el satélite OKO, decidió no alertar a sus superiores, lo cual acabó siendo un acierto porque como bien pensó Stalislav, nadie empieza una guerra con cinco misiles. Resulta que, debido al equinoccio de otoño, se produjo una extraña conjunción Tierra-Sol-satélite que acabó provocando señales térmicas similares a las de los misiles.
Aquí todo está tranquilo, la Guerra Fría sigue en el congelador, y esto será conocido como "el incidente del equinoccio de otoño", una de esas anécdotas tontas que recordar en las comidas familiares. Pero el bueno de Petrov sabe que sus superiores no le van a perdonar que no siguiera el protocolo y los alertara en cuanto vio las señales. Hay tiempos, lugares y personas, que no perdonan a quien piensa por sí mismo y le echa un poco de sensatez al asunto.
Apurando con él el último trago de vodka le susurro: “no te preocupes Stanislav, en 2006 la ONU te homenajeará. Menos da una piedra”.
El peculiar cura Merino
Dejo a Petrov maldiciendo su sensatez y vuelvo a tierra patria. El panel de control marca 7 de febrero de 1852. Bajo de mi Delorean y después de Roma y Moscú, me aposento en un ruidoso Madrid.
Por mis viajes sé, que cuando hay tanto bullicio en la calle, no se puede esperar que esté pasando nada bueno. Sigo a la gente y pronto veo a un hombre vociferando en el patíbulo. El verdugo está engrasando el tornillo del garrote vil y caigo en la cuenta de que el condenado lleva sotana. “¿Se van a cargar a un cura?” Le pregunto al hombre que tengo al lado. “Este cura es un demonio”, responde él.
Me cuenta que el condenado es un tal cura Merino, otro muy distinto al famoso guerrillero que le plantó cara a Napoleón. A éste, al parecer, le faltó tiempo en ir a visitar a Fernando VII nada más volver a pisar suelo a este lado de los Pirineos y le espetó un claro y conciso: “o te la tragas o te mato”. Se refería a la Constitución de 1812, que ya sospechaba el hábil párroco que el monarca no estaba muy por la labor de dejar el absolutismo.
Y tanta inquina le cogió a los Borbones, que hoy se encuentra a punto de que le disloquen la apófisis odontoides de la vértebra axis sobre el atlas en la columna vertebral, porque hace cinco días se fue a por Isabel II, navaja de Albacete en mano, para acabar con su reinado. Quizá la Biblia no la leía mucho, pero seguro que había leído en algún lado aquella frase de Robespierre: “decapitar al Rey es una medida indispensable para la salud pública”. Merino decidió dejar eso de las cabezas rodando como melones para los galos, pero intentó buscar la salubridad por otros medios. La suerte de estar entrado en carnes, debió pensar Isabel, es que, a falta de chalecos antibalas, buenos son corsés y ropajes del siglo XIX. Porque resulta que la navaja del clérigo no tuvo nada que hacer con la vestimenta de la reina y apenas la hirió.
Merino fue apresado y después de preguntarle insistentemente si tenía cómplices, le hincharon el alzacuello y soltó una frase que demostró que igual un poco ido, estaba, pero que amor propio no le faltaba: “¿pero os creéis que en España hay dos hombres como yo?”.
¡Claro que sí, Merino, ante todo, quererse a sí mismo!
Estas historias y unas cuantas más, pueden leerse en el libro divertido y ameno libro de Nieves Concostrina “Menudas Historias de la historia” (La esfera de los libros, 2009).
"Una gaviota inteligente pesca pero no se deja cazar, se acerca pero no confía y vuela hacia mar abierto antes de que vuelen lejos de ella".
Este era su lema, y aún no entendía por qué la llamaban la Gaviota Monroe.
No sabemos si este año nos va a tocar o no la lotería pero lo que sí sabemos es que la organización nos ha sorprendido con una nueva imagen que no va a dejar indiferente a nadie.
Tras años optando por el blanco y un diseño clásico, la lotería se muda al negro y... ¡qué mudanza! Con un estilo que recuerda a la Belle Époque e incluso a los años dorados de Broadway, la nueva imagen de la Lotería de Navidad recurre al dorado y a las luces para dar una apariencia de elegancia y glamour.
Las líneas rectas y la simplicidad del conjunto, sin ilustraciones ni imágenes, dan una sensación de modernidad, dejando atrás el clasicismo de la antigua imagen de carteles y décimos.
Todo ello está muy en consonancia con el eslógan con el que los organizadores quieren convencernos de que un año más, confiemos en un golpe de suerte el próximo 22 de diciembre. "Sueña en oro" delante de lo que podrían ser unas puertas labradas en ese material y que sin lugar a duda nos abrirían el camino a un paraíso, quizá, aquel El Dorado con el que soñaba Francisco de Orellana.
Caigamos o no en las redes de la encomendación a San Pancracio, lo que sí es cierto, es que esta nueva imagen de la lotería navideña es una sorpresa que demuestra que incluso las cosas más tradicionales pueden evolucionar.
Efectivamente, es hora de soñar en oro.
Cartera. Llaves. Móvil. Perfecto, puedo ir al fin del mundo. Este es el repaso mental que hacemos cuando salimos de casa (no siempre en este orden). Y es que el teléfono móvil se ha convertido en parte de nuestras vidas de una manera tal que casi es imposible distinguir dónde acaba nuestra mano y empieza nuestro terminal. Pero los móviles multitarea que conocemos hoy y que entran en el bolsillo de prácticamente cualquier pantalón (porque los fabricantes de ropa siguen sin querer diseñar pantalones de mujer en los que entre algo más que una moneda de 10 céntimos), tuvieron un pasado bien diferente.
Hoy nos detenemos a observar la evolución física de los teléfonos móviles y cómo no, las diferentes prestaciones para los que lo hemos utilizado. Porque ¿quién no recuerda aquello de "hacer llamadas perdidas" como forma de saludo habitual o las largas conversaciones vía SMS? A los teléfonos de la actualidad les falta poco más que incorporar la función microondas pero todos, incluso la tecnología, tenemos un pasado.
Después de hablar de los visionarios del género, de entretenernos un rato con Star Wars y los clásicos de los 80 y 90, ha llegado el momento de terminar nuestro viaje con unos compañeros muy molones: los superhéroes y los viajeros espaciales.
Los superhéroes (aparte de nuestras madres, claro está) son personajes dotados de algún don especial que les hace tener capacidades inimaginables para un humano de a pie. Estas habilidades pueden deberse a varios factores. El primero es que no sean humanos, pudiendo ser seres de otros mundos, como es el caso de Superman o bien que tengan habilidades heredadas de los dioses como Wonder Woman; el segundo es debido a alteraciones físicas, bien sean innatas comos las de los X-Men en forma de mutaciones (¡hemos dicho mutaciones! ¡Corred, poneos a salvo!), producidas por algún tipo de accidente (¡malditas radiaciones!) como en el caso de Dr. Manhattan o bien inducidas con algún tipo de experimento (en el que generalmente el ejército de los Estados Unidos ha metido la nariz) como Capitán América. El tercer tipo de superhéroe es más asequible a la gran mayoría de mortales, hablamos del superhéroe que recurre a la tecnología para serlo. En este último caso sólo necesitaríamos tener el dinero de Tony Stark (ojo, no equivocarse de familia Stark) para ser Iron Man o haber heredado en imperio Wayne para ser Batman. Todos a la administración de lotería más cercana, ¡vamos!
La gran mayoría de superhéroes que vemos en pantalla han realizado hasta ella un viaje desde el universo del cómic en el que destacan dos brillantes galaxias: Marvel y DC Comics. La historia de este viaje del papel a la pantalla comienza con la adaptación en formato serie de Las aventuras del capitán Marvel (1941) y Batman (1943) hasta que por fin, en 1978 llega la primera gran película de superhéroes: Superman (Richard Donner), con Christopher Reeve interprentando a Clark Kent y su doble vida, siendo esta dualidad entre el héroe y el hombre una de las subtramas más recurrentes en este tipo de películas.
Tras comprobar que Kal-El y su capa tenían tirón, llegaron sus secuelas Superman II y III (Richard Lester, 1980 y 1983) y Tim Burton se puso manos a la obra para poner en el mapa cinematográfico a Gotham, con un Batman que llegó a las pantallas en 1989.
De ambas películas surgieron secuelas, series y remakes entre las que destacan la trilogía dirigida por Christopher Nolan: Batman Begins (2005); Batman: The Dark Knight (2008) y Batman: The Dark Knight Rises (2012), protagonizadas por Christian Bale acompañado de un magnífico elenco de villanos.
Aunque el universo DC Comic cuenta con más héroes uniformados que veremos proximamente desenvolverse en la gran pantalla (Wonder Woman o Aquaman entre otros), también tiene en nómina otros de vestimenta libre pero igualmente valiosos como Watchmen (Zack Snyder, 2009) o la peculiar Suicide Squad (David Ayer, 2016), en la que, por primera vez, los villanos son los héroes.
Y ahora nos cambiamos de chaqueta para hacernos fans de Marvel. Su primer superhéroe en dar el salto al celuloide fue Capitán América (Albert Pyun, 1990), al que siguió El cuervo (Alex Proyas, 1994), película recordada por la muerte de Brandon Lee debido a un disparo accidental. En 1998 llega la primera película con la que Marvel decide hacer una franquicia: Blade (Stephen Norrington).
En la década de los 2000 el género se empieza a ver cada vez más influido por la acción y la aventura, siendo la ciencia ficción solamente la excusa para que ambas tengan un buen caldo de cultivo. Llegan entonces las entregas de Spider-man (Sam Raimi, 2002-2007), Los cuatro Fantásticos (Tim Story, 2005 y 2007) y sobretodo el inagotable universo X-Men. Y es que los chicos del profesor Xabier llevan desde el 2000 asombrándonos con sus mutaciones genéticas gracias a las que incluso han regresado a una ciencia ficción más pura con viajes temporales en X-Men: Apocalisis (Bryan Singer, 2016).
Tras el éxito de todas ellas, Marvel se dio cuenta de que asociada con otras productoras (20th Century Fox, Columbia Pictures o New Line Cinema) sólo se estaba llevando las migajas de un enorme pastel, así que decidió fundar Marvel Studios y explotar toda una línea de personajes cuyos derechos le pertenecían aún y reunirlos a todos en un crossover. Bienvenidos, Vengadores.
Con varias películas de sus más representativos superhéroes, MCU (Marvel Cinematic Universe) se ha posicionado como una de las productoras más importantes en este género, gracias entre otros a Iron Man, Capitán América o Thor. Todos ellos se citaron en 2012 de la mano de Joss Whedon en The Avengers y en 2015 en The Avengers, the Age of Ultron. Si bien es cierto, que la apoteosis de los superhéroes Marvel llegó en 2016 con Capitain America: Civil War (Anthony y Joe Russo), en la que se citaban no sólo Los Vengadores, sino personajes como Spider-man, Ant-man o Black Panther.
En paralelo a estos superhéroes, Marvel también ha realizado viajes espaciales con Guardians of the Galaxy (Jamens Gunn, 2014) o explotando a Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016).
Y dejamos a los superhéroes para poner nuestra mirada en lugares más allá del planeta Tierra, tanto en viajes de salida como de llegada. Ya habíamos hablado anteriormente de Alien o de E.T, así que vamos a hacer un breve repaso por el turismo interplanetario.
En La Tierra se vive muy bien, deben pensar muchos extraterrestres, así que, ¿por qué no colonizarla? Esta es la premisa de varios títulos como Independence Day (Ronald Emmerich, 1996) o La Guerra de los Mundos (Steven Spielberg, 2005) en el remake de la adaptación de la novela homónima de H.G Wells que ya había dirigido en 1953 Byron Haskin.
La figura del alienígena, con unas capacidades muy superiores a las del género humano, se contempla como un ser aniquilador que para nada quiere tenernos como colegas. La única forma de vencerlos y conservar intacto nuestro preciado planeta (ese que tanto cuidamos nosotros, guiño, guiño) es unir fuerzas en modo Fuenteovejuna.
Pero no os creáis que nosotros no somos viajeros, porque si ellos vienen nosotros nos vamos. Yuri Gagarin nos enseñó que podemos ir de excursión a Fuengirola o al espacio, todo depende de la tolerancia a la ingravidez de cada uno. Así que el cine se puso manos a la obra y pensó que tener una nave espacial daba para mucho y este mundo se le quedaba pequeño.
Fue así como salimos de la tierra para buscar otros mundos que habitar ya que al nuestro, por un motivo u otro, ya no es suficiente. El cine viajó hasta Pandora en Avatar (James Cameron, 2009) para revolucionar los efectos especiales o nos hizo pensar en la relatividad del tiempo en Interstellar (Christopher Nolan, 2014), donde una Tierra en las últimas necesitaba otro hogar para sus habitantes.
Hay directores que organizan viajes espaciales con la necesidad de salvar la Tierra en Armageddon (Michael Bay, 1998) o en Sunshine (Danny Boyle, 2007); otros lo hacen para darnos un garbeo y explorar en Contact (Robert Zemmeckis, 1997) siendo ésta la adaptación de la novela de Carl Sagan, en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) o en la reciente Marte (Ridley Scott, 2015) en la que mediante la adaptación del Best Seller homónimo, el director aseguró que sólo pretendía hacer una oda a la ciencia. En otras como Gattaca (Andrew Niccol, 1996) el viaje espacial es sólo la excusa para hablar de una sociedad distópica en la que el control genético lo decide todo y en donde se unen varios temas recurrentes en el mundo de la ciencia ficción.
Podríamos alargarnos eternamente repasando un género al que la barrera de la realidad no impide ser tan grande como él desee y es que nadie puede negar que la ciencia ficción tiene un encanto especial. Refleja nuestros miedos y nuestras esperanzas como civilización; sitúa a los humanos en el centro del Universo, pero al mismo tiempo evidencia nuestras debilidades y nuestra insignificancia frente a inteligencias superiores o fuerzas de la naturaleza. Pero, sobre todo, nos permite reflexionar, ya sea sobre avances científicos, sobre viajes espaciales o sobre las consecuencias de nuestros actos. Sólo queda esperar a que, con el tiempo, la realidad acabe superando a la ficción, pero es bueno recordar que todo empieza con alguien que sueña. ¿Le suena a alguien el nombre de Jules Verne?
"The older I get, the more I look at movies as a moving miracle. Audiences are harder to please if you're just giving them special effects, but they're easy to please if it's a good story. The audience is also the toughest critic - a good story that exists in your world may not be the first choice for an audience. So I just do the best I can." Steven Spielberg.
Después de hablar de los visionarios del género, de entretenernos un rato con Star Wars y los clasicos de los 80 y 90, ha llegado el momento de terminar nuestro viaje con unos compañeros muy molones: los superhéroes y los viajeros espaciales.
Los superhéroes (aparte de nuestras madres, claro está) son personajes dotados de algún don especial que les hace tener capacidades inimaginables para un humano de a pie. Estas habilidades pueden deberse a varios factores. El primero es que no sean humanos, pudiendo ser seres de otros mundos, como es el caso de Superman o bien que tengan habilidades heredadas de los dioses como Wonder Woman; el segundo es debido a alteraciones físicas, bien sean innatas comos las de los X-Men en forma de mutaciones (¡hemos dicho mutaciones! ¡Corred, poneos a salvo!), producidas por algún tipo de accidente (¡malditas radiaciones!) como en el caso de Dr. Manhattan o bien inducidas con algún tipo de experimento (en el que generalmente el ejército de los Estados Unidos ha metido la nariz) como Capitán América. El tercer tipo de superhéroe es más asequible a la gran mayoría de mortales, hablamos del superhéroe que recurre a a tecnología para serlo. En este último caso sólo necesitaríamos tener el dinero de Tony Stark (ojo, no equivocarse de familia Stark) para ser Iron Man o haber heredado en imperio Wayne para ser Batman. Todos a la administración de lotería más cercana, ¡vamos!
La gran mayoría de superhéroes que vemos en pantalla han realizado hasta ella un viaje desde el universo del cómic en el que destacan especialmente dos brillantes galaxias: Marvel y DC Comics. La historia de este viaje del papel al celuloide comienza con la adaptación en formato serie de Las aventuras del capitán Marvel (1941) y Batman (1943) hasta que por fin, en 1978 llega la primera gran película de superhéroes: Superman (Richard Donner), con Christopher Reeve interprentando a Clark Kent y su doble vida, siendo esta dualidad entre el héroe y el hombre una de las subtramas más recurrentes en este tipo de películas.
Tras comprobar que Kal-El y su capa tenían tirón, llegaron sus secuelas Superman II y III (Richard Lester, 1980 y 1983) y Tim Burton se puso manos a la obra para poner en el mapa cinematográfico a Gotham, con un Batman que llegó a las pantallas en 1989.
De ambas películas surgieron secuelas, series y remakes entre las que destacan la trilogía dirigida por Christopher Nolan: Batman Begins (2005); Batman: The Dark Knight (2008) y Batman: The Dark Knight Rises (2012), protagonizadas por Christian Bale acompañado de un magnífico elenco de villanos.
Aunque el universo DC Comic cuenta con más héroes uniformados que veremos proximamente desenvolverse en la gran pantalla (Wonder Woman o Aquaman entre otros), también tiene en nómina otros de vestimenta libre pero igualmente valiosos como Watchmen (Zack Snyder, 2009) o la peculiar Suicide Squad (David Ayer, 2016), en la que por primera vez, los villanos son los héroes.
Y ahora que ya estamos situados y tenemos los cinturones abrochados, vamos a despegar con lo que vosotros esperábais leer y nosotros estábamos ansiosos por escribir: STAR WARS.
En los años 70 ya era habitual la hibridación de géneros, que como lectores fieles que sois, recordaréis de la publicación sobre el cine de terror cuando hablamos de Alien, el 8º pasajero (R.Scott, 1979). Es necesario que digamos esto para entender el contexto en que se creó originariamente La Guerra de las Galaxias. Esta "ópera espacial épica" que mezcla western, aventuras, cine bélico, ciencia ficción..., comenzó su andadura basándose en la obra de Kurosawa La fortaleza escondida (1958).
La campaña de publicidad de esta saga no tuvo precedentes y los ingresos por merchandising superaron a los de taquilla. El resto es la historia que todos conocemos. El universo intergaláctico salió de la gran pantalla en forma de comic gracias a Marvel y la cultura generada por la saga hizo que todos creciéramos con la frase de aquel señor de casco negro diciéndole a Luke Skywalker que era su padre.
Apareció una nueva trilogía entre 1999 y 2005 (The Phantom Menace, Attack of the Clones, Revenge of the Sith). Así como series de animación (Star Wars: The Clone Wars en 2008 y Star Wars Rebels: Spark of Rebellion en 2014). Finalmente, en 2015 se lanzó la muy esperada Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, dirigida, coescrita y coproducida por J. J. Abrams. Recuperando aquella estética de la trilogía original y combinando el reparto inicial con jóvenes actores, contecta con varias generaciones y crea nuevos adeptos. Esta nueva trilogía promete estar a la altura de la original, aunque fue muy criticada por su falta de originalidad, previsibilidad y falta de temas filofósicos y metafísicos que caracterizaron a las películas iniciales. Pero, y como apunte personal, ¿puede haber algo peor que ver a un jovenzuelo Anakin, futuro malo malísimo de la galaxia, decir con ojos de pimpollo enamorado "soy prisionero del beso que nunca debiste haberme dado" en El Ataque de los Clones? Meditadlo.
Para cerrar este paréntesis "starwariano" (curiosamente, los fans de Star Wars no tienen un nombre universalemente reconocido como los trekkies) haremos mención a los spin off que llegarán próximamente a los cines, ahondando en el universo galáctico y contando de forma paralela a la trama principal varias historias de las que siempre quisimos más datos. El primero, Rogue One (Star Wars Anthology) está a punto de llegar.
Pero existe cine más allá del Halcón Milenario. En 1977, Steven Spielberg, otro de los pesos pesados de la ciencia ficción, lanza otro peliculón del género: Encuentros en la Tercera Fase en la que se da una visión más optimista del extraterrestre que la que luego nos dejaría Alien.
Por otro lado, en estos años se recupera la ciencia ficción más clásica con Star Trek y también aparece la serie Battlestar Galactica (1978).
En los años 80 una película revolucionaría la ciencia ficción y sentaría las bases del "cyberpunk" en el cine. Ridley Scott adaptó la novela corta ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick en Blade Runner (1982) para contar la historia de Rick Deckard (se puede decir que Harrison Ford lo ha hecho todo en el cine, merece un capítulo para él solito), un agente de policía que se dedica a cazar replicantes en una sociedad distópica. Cuando el largometraje vio la luz recibió malas críticas, sin embargo, ha acabado convirtiéndose en una película de culto.
Otros títulos de los años 80 serán Predator (John McTiernan, 1987) y The Terminator (James Cameron, 1984) en la que aparece la figura del superhumano, la fusión del hombre y la máquina, ambas con Arnold Schwarzenegger, como no podía ser de otra manera.
Aunque en los corazones de todos los que crecimos en la época de Barrio Sésamo (que igual algo de ciencia ficción tambien tiene) siempre estarán dos películas que marcaron a una generación entera: E.T, el extraterrestre (Spielberg, 1982) y Regreso al Futuro (Robert Zemeckis, 1985), que puede considerarse también como cine de aventuras o comedia. Nada sería lo mismo sin "mi casa-teléfono" ni Doc y McFly y su condensador de fluzo.
Años más tarde, en los 90, los efectos especiales vuelven a cobrar importancia por encima de las revisiones y los temas adultos. Todos recordamos Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993) y la parodia del género de ciencia ficción de Tim Burton Mars Attacks! (1996).
Finalmente, y bajo la influencia del efecto 2000, aparece la trilogía que puso de moda la combinación gabardina, cuero, gafas de sol y pelo engominado: The Matrix (1999) de las hermanas Wachowski. Gracias a ella reflexionamos sobre lo que es real y lo que no lo es, vimos a Neo esquivar balas como nunca antes lo habíamos hecho y nos pusimos en el lugar del elegido, porque, al final, todo depende de si tomamos la píldora azul o la roja.
Ya habíamos aprendido que el cine podía crear historias de mundos imposibes y personajes increíbles, y ahora que los efectos digitales iban a empezar su época dorada, ¿quién se iba a atrever a ponerle diques a la ciencia ficción? Y es que, aún quedan por llegar los superhéroes y los viajes espaciales (tanto de emigración como de inmigración).
Y ahora que ya estamos situados y tenemos los cinturones abrochados, vamos a despegar con lo que vosotros esperábais leer y nosotros estábamos ansiosos por escribir: STAR WARS.
En los años 70 ya era habitual la hibridación de géneros, que como lectores fieles que sois, recordaréis de la publicación sobre el cine de terror cuando hablamos de Alien, el 8º pasajero (R.Scott, 1979). Es necesario que digamos esto para entender el contexto en que se creó originariamente La Guerra de las Galaxias. Esta "ópera espacial épica" que mezcla western, aventuras, cine bélico, ciencia ficción..., comenzó su andadura basándose en la obra de Kurosawa La fortaleza escondida (1958).
El primer largometraje,Star Wars: Episode IV - A New Hope, escrita y dirigida por Geroge Lucas, llegó en 1977y su éxito fue tal que generó su propia cultura y se acabó transformando en una trilogía: Star Wars: Episode V - The Empire Strikes Back (Irvin Kershner, 1980) y Star Wars: Episode VI - Return of the Jedi (Richard Marquand, 1983). Star Wars incluyó algo verdaderamente importante en el cine (ayudada, obviamente, por los efectos especiales) y fue el hecho de asumir que cuaquier cosa que se pudiera imaginar, por irreal que fuera, tenía cabida en la gran pantalla. Sírvase como ejemplo la secuencia en la cantina de Tatooine.
Si gracias a los géneros cinematográficos podemos hablar en medio de la calle cantando y bailando con nuestros vecinos como elenco invitado o contemplar las más escalofriantes escenas con la protección que da estar del otro lado de la pantalla, ¿qué me decís de la posibilidad de viajar en el tiempo, hacerte amigo de un extraterrestre o ser salvados por un superhéroe? ¡Gracias por existir Ciencia Ficción!
La primera vez que el público pudo ver los artificios y trucos del género fue con un señor llamado Georges Méliès, ilusionista y director que pasó a la historia como el "mago del cine". Gracias a su su dominio de efectos especiales como el stop trick, las exposiciones fotográficas o el time lapse, lograba contar historias de fantasía, imposibles hasta entonces. A través de sus investigaciones, contribuyó a desarrollar el lenguaje cinematográfico y nos dejó una extensa filmografía entre la que destaca Viaje a la Luna (1902), con una de las imágenes más icónicas de la historia del cine.
Y mientras, en España, donde siempre nos creemos a la cola de cualquier cosa que sea innovar y aportar algo importante, Segundo de Chomón investigaba para pasar a la historia como el descubridor de un efecto llamado "paso de manivela" o lo que hoy conocemos como stop motion. Su película más conocida es El hotel eléctrico (1908).
Por su parte, mientras seguían avanzando las innovaciones técnicas, el expresionismo alemán, hacía que surgieran las novedades narrativas con la aparición de los androides. En 1927, Fritz Lang crea Metrópolis, una película inspirada en una novela de Thea von Harbou. Con trama distópica y una importante carga ideológica sujeta a diversas interpretaciones fue el primer filme considerado Memoria del Mundo por la Unesco. ¿Hace falta decir más?
En los locos años 20, y posteriormente, durante el periódo de entreguerras, EEUU se hace finalmente con el género, aunque todo se vuelve confuso y éste se mezcla con otros: lo que es ciencia ficción, puede ser también terror. En esta época, aparecen los superhéroes en la industria del comic estadounidense y no tardarán en dar el salto al cine, porque en aquellos años más que nunca, el mundo necesitaba una figura salvadora. Un ejemplo es Flash Gordon (Frederick Stephani, 1936).
Ya en los años 40, surge el miedo a una "amenaza comunista" que podía estar en cualquier parte y tomar cualquier forma. Este pavor colectivo tiene su reflejo en el cine, como vemos por ejemplo en La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956).
En los 50 el cine empezó a competir con la televisión a base de efectos especiales más elaborados y planteamientos narrativos más complejos. Aparecen dos títulos destacados cuyo prestigio llega hasta nuestros días. Por un lado The Day the Earth Stood Still (-o Ultimátum a la Tierra- Robert Wise, 1951), basado en el relato pulp Fairwell to the Master. Al contrario de la mayoría de producciones de aquella época en las que se reflejaba el miedo de la sociedad a una invasión que terminase con su estilo de vida, esta película tiene un guión antimilitarista que rompe la tendencia. Se ganó un lugar en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada «cultural, histórica, o estéticamente significativa».
Por otro lado está Forbidden Planet (Fred McLeod Wilcox, 1956) en la que aparece el robot Robby, un icono de la ciencia ficción. Esta película fue una influencia fundamental para Gene Roddenberry, creador de Star Trek.
En Estados Unidos, la ciencia ficción en los años 60 se caracterizó por el pesimismo. O sino que se lo digan a Charlton "¡Os maldigo!" Heston en El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968). Mientras tanto, en Europa prestaban más atención a la estética, tal y como se muestra en Barbarella (Roger Vadim, 1968) basado en el comic del mismo nombre, en la que vemos a Jane Fonda enfrentarse al malvado Durand-Durand.
Ahora es cuando empezan aparecer los verdaderos pesos pesados. Los 60 fueron unos años muy intensos: los Beatles, los hippies, la Guerra Fría, Woodstock y la llegada a la Luna, el verano del amor y mayo del 68. Y lo que aquí nos ocupa: 2001, una odisea del espacio y la aparición de Star Trek.
Con 2001, a Space Odissey (Stanley Kubrick, 1968) revolucionó el género dándole un toque adulto. Pierde la intención comercial, con lo que deja de ser un título para todos los públicos con un ritmo mucho más lento y una carga simbólica importante. En definitiva, es necesario darle bastante al coco mientras vemos esta película, por algo para algunos es considerada como "pretenciosa" mientras que para otros es "una obra maestra". Quede como anécdota que muchos de los animadores que se encargaron de los efectos especiales se pasaron tanto tiempo trabajando con fondos negros, que, terminada la producción, corrieron a trabajar en El submarino Amarillo (George Dunning, 1968). Desconocemos qué resultados tendría este cambio tan brutal...
Por su parte aparece Star Trek (Star Trek: The Original Series 1966-1969) , una serie de televisión creada por Gene Roddenberry para la cadena de televisión NBC. A través de las aventuras espaciales del Capitán Kirk, Spock y demás personajes de la saga, han llegado a nuestros días recursos frecuentes de la ciencia ficción como el teletransporte o los viajes superluminares. Robert Wise se encargó de la primera película en 1979 y años más tarde sería Leonard Nimoy (Star Trek III: The Search for Spock, Star Trek IV: The Voyage Home) o J.J. Abrams (Star Trek: The Future Begins, Star Trek: Into Darkness) entre otros, quienes se encargarían de actualizar estas hazañas galácticas a nuestros días.
Y ahora que el género ya está desarrollado y asentado y que se empiezan a explorar las inmensas posibilidades de los mundos, personajes e historias que no responden a barreras realistas, el viaje a la imaginación no ha hecho más que empezar. Abróchense los cinturones que seguiremos viajando...
"My folks came to the US as immigrants, aliens, and became citizens. I was born in Boston, a citizen, went to Hollywood and became an alien." Leonard Nimoy
La erigieron con un constante y arduo trabajo, con uno tan duro como aquellas mismas piedras que componían su esqueleto. Y mientras lo hacían le susurraban que sería la acaparadora de miles, de millones de miradas; que las cabezas de cuantos pasaran a su lado se alzarían al cielo solamente para contemplarla. Y se dejó hacer. Dejó que la moldearan, que tallaran en ella cada arco y cada escultura con mimo; que pusieran cada engranaje del reloj que tenía como corazón. Y fue así como terminó por creerse especial.
Nadie le había dicho que el precio de todo aquello era la soledad de quien se cree demasiado cerca de un cielo al que nunca podría llegar y que paradójicamente, sería su único compañero por el resto de la eternidad.