Si alguien nos pregunta cuál es la primera palabra que nos viene a la cabeza si pensamos en cine seguramente una de las más recurrentes sea “historias”. Las imágenes tienen una enorme capacidad de contar algo, así que los más imaginativos se pusieron detrás de la cámara para mostrarnos vidas que no existían, encuentros que nunca se produjeron o mundos que, a día de hoy, no tenemos certeza de que habiten nuestro cosmos.
Pero también hubo quien vio en el cine el elemento perfecto para contar historias de la historia. Grandes guerras, personalidades destacadas o acontecimientos únicos. Esta vez vamos a pararnos a hablar de las películas que se acordaron de historias concretas, historias que seguramente no aparezcan en ninguna enciclopedia y que de no ser por el cine puede que nunca hubiéramos llegado a conocer.
Las historias que suelen trascender de las guerras son las de las grandes batallas. Los grandes olvidados suelen ser pequeños héroes o pequeñas hazañas que puede que no cambiaran el destino de un conflicto, pero sí fueron remarcables por una u otra razón. Casi todos conocimos a Oskar Schindler gracias a la película que lleva su nombre. La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) narra la vida de un empresario alemán que salvó la vida a más de mil doscientos judíos. El 2001 Jean-Jacques Annaud nos contaba la hazaña del francotirador Vasili Záitsev en Enemigo a las puertas, película ambientada en la sangrienta batalla de Stalingrado y en la que Vasili se convirtió en una leyenda del Ejército Rojo tras neutralizar a más de doscientos soldados y oficiales nazis. Basada en las memorias de Wladyslaw Szpilman, El Pianista (Roman Polanski, 2002) nos acerca pesadilla vivida en el ghetto de Varsovia escapando del Holocausto.
El mundo de la cultura, cine incluido también ha sido objeto de algunas de estas películas. En 2015 Hollywood se miraba a sí mismo para traernos Trumbo. La Lista Negra de Hollywood (Jay Roach). Basada en la vida del guionista Dalton Trumbo, escritor de éxitos como Vacaciones en Roma o Espartaco, marginado por el Comité de Actividades Antiamericanas. Christian Schwochow nos acercó en 2016 la historia de la pintora Paula Becker en Paula. Empeñada en seguir su propio camino, cuestionó las leyes morales y artísticas de principios del siglo XX hasta encontrar su estilo. La más reciente en la que queremos detenernos es Wonder Women y el Profesor Marston (Angela Robinson, 2017). Cuenta cómo el psicólogo William Marston, inventor del detector de mentiras (aunque se olvidara de registrar la patente) creó el personaje de cómic Wonder Woman gracias a su relación de poliamor con Elisabeth Marston y Olive Byrne.
Entre otras cosas, el cine ha humanizado y contado la parte menos visible del mundo científico. Corría el año 2001 cuando un matemático pasó a ser conocido por la mayoría de ajenos a dicho mundo gracias a una película. Basada en el libro homónimo de Sylvia Nasar, Una mente maravillosa (Ron Howard) nos acercaba la historia de John Forbes Nash, Premio Nobel de Economía en 1994 y cómo una mente tan privilegiada tuvo que luchar contra sí misma debido a una enfermedad mental. En 2009, Alejandro Amenábar viajaba hasta el Egipto del siglo IV para contarnos en Ágora la historia de Hypatia de Alejandría, una brillante astrónoma y filósofa. Y dando otro salto en el tiempo, esta vez tan sólo hasta 1939, podemos acercarnos a Alan Turing en Descifrando Enigma (Morten Tyldum, 2014), en la que no sólo se nos habla de la invención de la máquina que ayudó a descodificar los mensajes alemanes durante la II Guerra Mundial (antecesora de nuestros actuales ordenadores), sino también de la persecución de Turing por su homosexualidad.
El deporte tampoco ha escapado a una mirada más cercana del cine. Corría 2005 cuando conocimos a Ken Carter y a su equipo de baloncesto. Coach Carter (Thomas Carter) contaba la historia del entrenador de baloncesto del Instituto Richmond, quien intentó inculcar a un grupo de adolescentes el valor de la disciplina y de la formación académica. El boxeo ha inspirado varias películas como Cinderella Man (Ron Howard, 2005) o The Fighter (David O. Russell, 2010) en la que se nos acerca la historia de los hermanos Dicky Eklund y Micky Ward y de cómo el primero intenta redimirse convirtiendo al segundo en el campeón que él pudo llegar a ser. Y hace tan solo unos meses que pudimos ver en la gran pantalla la historia de la tenista Billie Jean King. Con la excusa del mediático partido contra Bobby Riggs, La Batalla de los Sexos (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2017) habla de cómo una de las consideradas mejores jugadoras de la historia lucha por la igualdad de las mujeres, siendo una de las precursoras del actual circuito WTA, pero que a la vez tiene que ocultar su homosexualidad para que esta lucha no se vea perjudicada.
Hay infinidad de historias que por rocambolescas o por ser especialmente crudas, parecen obra de un guionista especialmente imaginativo. Uno de los Nuestros (Martin Scorsese, 1990) narra la vida de Henry Hill, un muchacho de Brooklyn que acaba escalando en el escalafón de la mafia. 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) denuncia la pesadilla vivida por Solomon Northup, un hombre secuestrado en 1850 y vendido como esclavo que lucha por escapar y volver con su familia. Del mismo año y también relacionada con el racismo es El Mayordomo (Lee Daniels). En ella conocemos la historia de Eugene Allen (Cecil Gaines en la película), un mayordomo que sirvió en la Casa Blanca durante treinta y cuatro años siendo testigo de la evolución de la política social y racial.
El cine español también ha considerado que tenía que subrayar algún personaje que se nos había pasado por alto. El lobo (Miguel Courtois, 2004) nos transporta a los últimos años del franquismo para contarnos la historia de Mikel Lejarza, un infiltrado en ETA que consiguió la caída de más de ciento cincuenta activistas. Heroína (Gerardo Ramos, 2005) habla sobre el drama de las familias de los drogadictos y de cómo esta realidad empuja a un grupo de madres a fundar Érguete, la asociación que hizo frente a los narcos gallegos y luchó por sacar a sus hijos de la lacra de la drogadicción.
Con todos estos ejemplos nos queda claro que el cine no sólo es una herramienta de entretenimiento. Obviamente, por el buen del discurrir de la película, muchas de estas películas tienen elementos de dramatización que no siguen la realidad al pie de la letra pero, desde luego, poner en foco estos personajes sirve para que conozcamos un poco más la vida de quienes nunca aparecerán en los libros de historia.