Habían montado una gran fiesta la noche anterior. No había nada que celebrar pero tampoco había ningún motivo para no hacerlo. Pese a que sabían que nadie se podía enterar de lo que hacían, disfrutaron como nunca y las horas pasaron como siempre.
Fue así como el sol las sorprendió. Apenas habían dejado de bailar cuando sus primeros rayos las descubrieron danzando por el cielo. Y la consigna comenzó a correr de boca en boca: “disimulad, dispersaros y hasta la próxima”.