¿Quién no ha necesitado alguna vez un diccionario? Es cierto que desde que la tecnología entró en nuestra vida, nuestros gruesos y alfabéticos amigos han tenido que adaptarse a un nuevo entorno, pero siempre necesitaremos de su sabiduría para describir, explicar o dar forma a una palabra.
Entre sus páginas hemos descubierto que llevábamos años escribiendo mal una palabra, que esa otra de cuya existencia no teníamos ni la más remota idea era más útil de lo que pensábamos o que un buen sinónimo es tan necesario como un café cargado a primera hora de la mañana.
Nos hemos imaginado durante unos minutos sentados en alguno de esos sillones de la RAE, con sus letras mayúsculas y minúsculas, y hemos pensado que podríamos contribuir a la noble labor de la definición de algunas palabras que pueden resultar de utilidad para la comunicación y algunos de sus campos.
FOTOGRAFÍA Y VÍDEO
En la actualidad prácticamente todos tenemos una cámara de fotos o un teléfono móvil con el que hacer nuestros pinitos en el mundo de la fotografía y el vídeo, por lo que a más de uno le resultarán muy conocidas estas palabras. Pero, ¿sabemos de verdad qué es un balance de blancos y cómo podemos aprovecharlo?
DISEÑO E ILUSTRACIÓN
Igual que sucedía con la fotografía y el vídeo, casi todos tenemos en nuestro ordenador un programa de diseño más o menos profesional. Seguramente muchas veces nos hayamos perdidos en el menú y las opciones que nos daba a la hora de realizar algún trabajo. Estos son algunos de los términos que hemos considerado más útiles y sencillos de explicar en este campo tan extenso.
WEB Y REDES SOCIALES
Y, ¡cómo no! Las reinas del momento. Parece que lo que no está en la red simplemente no existe así que, bien sea a través de una página Web o mediante redes sociales, quien más, quien menos, trata de hacerse con un pequeño espacio en ellas. Los siguientes términos no os resultarán desconocidos y seguramente os resulten útiles.
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Cuando tienes un negocio sabes lo importante que es la presencia en Internet como complemento al resto de actividades profesionales. Las redes pueden ayudar a fidelizar clientes que te han conocido en un evento, a mantener a tus asiduos al día de las últimas novedades o a ser el reflejo de tu buen hacer gracias a las reseñas y las valoraciones positivas.
Hoy vamos a daros unas pistas muy básicas sobre cómo realizamos nosotros el trabajo de gestión de redes sociales para hacerlo de la manera más correcta posible y así obtener los mejores resultados. No lo decimos nosotros, lo decía Yoda: “hazlo o no o hagas, pero no lo intentes”. Eso sí, vais a permitirnos que, como hace Coca-Cola, nos guardaremos algún ingrediente de la fórmula mágica de Lampyridae.
En primer lugar es necesario pensar en los objetivos que queremos conseguir, los recursos disponibles y las herramientas que ya tenemos en funcionamiento. Si aún no la tenemos, posiblemente necesitaremos una Web en la que figure de forma permanente alguna información básica (qué hacemos, dónde estamos, contacto...) y a la que al final apunten todas nuestras redes sociales. Las redes sociales son un complemento pero no sustituyen a una página Web ya que en ella los potenciales clientes pueden acceder a toda la información que precisen sin tener que esperar a que se nos encienda la bombilla y hagamos una publicación en Facebook, Twitter o Instagram.
También podremos elaborar un blog que mejore nuestro posicionamiento. Con él daremos una imagen de trabajo constante, de conocimiento del sector y gracias al uso de palabras clave hará que los buscadores nos valoren de forma positiva.
A la hora de crear nuestras redes sociales, es muy muy muy (pero muy) importante no crear un perfil personal en lugar de un perfil de página. Esto afecta sobre todo a Facebook. Si ya lo hemos hecho, no es el fin del mundo, habrá que hacer una migración de un perfil a otro tutorial en mano. Facebook da algunas claves en su página de ayuda.
Una vez creada la página, Facebook nos ofrece muchas opciones de plantilla en función de nuestra actividad -¿es un negocio? ¿una ONG?- podemos añadir botones como contactar, enviar mensaje o comprar... e infinidad de otras opciones que podemos encontrar en la pestaña de “configuración” de nuestra página.
Una vez que ya está todo bien configurado es la hora de llenarlo de contenido. Para esto tenemos infinidad de opciones: vídeo, foto, noticias relevantes del sector, reportajes en los que aparecemos, nuestro día a día, información relevante, enlaces a nuestro blog... Es importante mantener un calendario de publicaciones y también que el contenido sea de calidad. Es decir, cuidad las fotos y los vídeos y no hace falta decirlo, también la ortografía. No es necesario ser un fotógrafo de National Geographic o un miembro de la RAE, basta con tener un poco de buen gusto y un corrector ortográfico.
Os preguntaréis cómo se las arreglan los profesionales para gestionar tanta cuenta y tanto perfil. Existen aplicaciones que permiten publicar y mantener un control de todas nuestras redes sociales desde el mismo panel de control y también programar publicaciones. Así, aunque estemos lejos del ordenador, todo seguirá funcionando si hemos hecho bien el trabajo de planificar y editar.
Y después de todo esto, de haber configurado redes, mostrado información, diseñado un calendario de publicaciones y colgarlas, es hora de descomponer y analizar los resultados. La información que obtenemos de este examen es valiosa porque nos dice qué funciona y qué no y será un primer paso para preparar acciones futuras, solucionar lo que no aporta resultados y continuar por el buen camino.
Por último, aunque muy importante Otra de las ventajas de los perfiles profesionales es que proporcionan información y estadísticas sobre el alcance de nuestras publicaciones. Sin embargo, este es un mundo en constante cambio y cuando pensamos que tenemos una aplicación controlada, de pronto se produce una actualización y todo cambia. Por eso, es fundamental estar constantemente informados y al tanto de cómo evolucionan las redes.
Teniendo claro para qué sirven y para qué no y siguiendo estos consejos podréis sacar mucho más partido a las redes sociales. Y si todo esto os parece muy complicado, si no tenéis tiempo material o no creéis estar a la altura de la imagen que queréis mostrar, no hay problema, rodéate de profesionales.
Repasando el libro de Historia
Hace ya 100 años, el 11 de noviembre de 1918, se firmó el Armisticio de Compiègne. Para aquellos que tengan las clases de Historia un poco oxidadas decir que este tratado puso fin a las hostilidades en la Primera Guerra Mundial y un año más tarde sus condiciones quedarían ratificadas en el famoso Tratado de Versalles.
No hemos querido esperar al aniversario de la firma del fin de la primera gran guerra para actualizar nuestro repaso particular a los géneros cinematográficos. Os imaginaréis, avezados lectores de Lampyridae, cuál será el tema de hoy.
Correcto. El cine bélico.
Ya hemos hablado muchas veces del cine como arma propagandística. Así que podréis imaginar que el origen del cine de guerra fuera la propaganda. El nacimiento y desarrollo del séptimo arte estuvo muy ligado, durante el pasado siglo XX, a los hechos históricos y el sentir de cada momento, los miedos y alegrías, y las guerras no tuvieron poca influencia en este medio. Así que ya con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el cine se utilizó como arma ideológica, como apoyo a las tropas pero, también, como alegato contra la violencia.
Fue precisamente a raíz de esta contienda que se fundó en Alemania la UFA, la gran productora cinematográfica europea de la que saldrían películas tan importantes como Metropolis de Fritz Lang. Con la posterior llegada de los nazis al poder, el control del contenido se hizo insoportable y muchos grandes profesionales acabaron emigrando a Hollywood y contribuyendo enormemente a su éxito, pero eso, una vez más, es otra historia.
Un ejemplo del cine bélico de la primera mitad de siglo por parte del Reino Unido, por su parte, es Sangre, sudor y lágrimas (In Which We Serve, David Lean, Noel Cowärd 1942) un homenaje a los caídos en batalla.
Hablamos de la propaganda en Europa, pero en EEUU, en Hollywood y también durante la II Guerra Mundial, se utilizó el cine de guerra como vehículo propagandístico, defendiendo el estilo de vida americano. Con la guerra de Corea se llegó a introducir incluso el censor militar.
Y llegamos a los años 70, a la conocida como primera guerra televisada. Fue una época de esplendor para el documental, sobre el tema de la guerra de Vietnam se realizó el documental galardonado con un Oscar Hearts and Minds (Peter Davis, 1974).
Durante los años 80 y 90 se siguieron realizando películas enmarcadas en los grandes conflictos del siglo XX, algunos ejemplos son La delgada línea roja (Terrence Malick ,1998) sobre la batalla de Guadalcanal o Platoon (Oliver Stone, 1986) sobre Vietnam. Pero seguro que sabríais decir muchos más ¿verdad?
Las secuelas de la guerra
Son muchas las películas que no retratan un hecho bélico concreto o no se centran únicamente en la vida castrense, pero que sí tienen como trasfondo la guerra y producen una hibridación del género bélico con otros, como la comedia, el drama o la animación. Así pueden tratar temas como la lucha por la supervivencia o las secuelas de la guerra en los soldados o en las vidas de aquellos que sufrieron el conflicto. De esta manera, cada guerra se convierte casi en un subgénero en sí mismo, ya sean las Guerras Mundiales, Corea o Vietnam, enmarcando historias que pueden ocurrir lejos del campo de batalla:
Ya en Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946) se empezó a tratar el problema de los veteranos de guerra y las secuelas físicas y psicológicas en su vuelta a la sociedad. Algo parecido ocurre en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), aunque en este caso su protagonista decide autoproclamarse justiciero frente a la sordidez del mundo.
La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988) cuenta en formato de animación la dramática historia de dos niños que luchan por sobrevivir en el Japón de la II Guerra Mundial tras la muerte de sus padres.
No a la guerra
El cine bélico, curiosamente, además de arma ideológica, ha sido también desde sus orígenes uno de los mejores instrumentos para denunciar el sinsentido de la guerra.
Uno de los ejemplos más conocidos es Senderos de Gloria (Stanley Kubrick, 1957) donde la película se mete en las trincheras de la I Guerra Mundial para contar la dura historia de unos soldados acusados de cobardía y enfrentados a un consejo de guerra.
Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, 1930) es otro de esos ejemplos de cine antibelicista, ganadora de dos Oscar y que habla del despilfarro y la decepción de unos jóvenes soldados norteamericanos.
Y por último, porque no todo tiene por qué contarse en tono dramático, está M.A.S.H (Robert Altman, 1970) que desde un punto de vista cómico cuenta la historia de unos cirujanos durante la guerra de Corea.
Bajo el mar...
Para terminar, queremos mencionar unas cuantas películas que pertenecen a otro subgénero que suele tener una guerra de fondo -aunque no necesariamente- como es el de las películas de submarinos:
La película de Alemania del Oeste, Das Boot (Wolfgang Petersen, 1981) sobre una misión durante la II Guerra Mundial es el clásico por antonomasia de las películas de submarinos al retratar magistralmente la claustrofobia y la tensión en un buque sumergido.
Por su parte, K-19 WidowMaker (Kathryn Bigelow, 2002), enmarcada en los tensos años de la Guerra Fría, ya pertenece al género de drama o thriller pero la ponemos aquí por dos razones: fue realizada por una mujer que ha ganado un Oscar a la Mejor Dirección, y curiosamente, cosas del cine, es la misma mujer que estuvo casada con uno de los hombres que ha realizado una de las inmersiones marinas más profundas, el también director James Cameron.
Otro clásico del cine de submarinos es La caza del Octubre rojo (John McTiernan, 1990) que, aunque no pertenece como tal al género bélico, sí que es verdad que también está ambientada en la Guerra Fría y supone la primera aparición en el cine de Jack Ryan, el personaje de ficción del escritor de novelas de espías Tom Clancy. Y con este soberbio giro de muñeca abrimos la posibilidad de un nuevo capítulo de “Esto es otra historia” dedicado a las adaptaciones cinematográficas. Como siempre agradecemos todo lo aprendido en las clases de Historia y Géneros Cinematográficos de la Universidad Complutense que elevaron nuestro amor por el Séptimo Arte a otro nivel ¡Muy atentos!
El 29 de julio de 1983 moría uno de esos personajes fundamentales en la cultura española, pero a pesar de que se fuera hace sólo 35 años, en realidad, lo percibimos como muy lejano, como de otra época. Nos referimos al director de cine Luis Buñuel. La razón será tal vez, que pudo ejercer su profesión muy poco en España y cuando consiguió estrenar en nuestro país, sus películas pasaron desapercibidas o fue reconocido con un poco de, digamos, tardanza. En la memoria colectiva española permanecen sus primeros trabajos más carismáticos: Un perro andaluz de 1929 y Las Hurdes de 1933. ¿Y luego? ¿Qué pasó con Buñuel?
Para quien no conozca la filmografía de Buñuel diremos, con sus propias palabras, que encontrará “la felicidad de recibir lo inesperado”. Lo cierto es que no dejará indiferente a nadie con su surrealismo y cine de carga social.
Luis Buñuel fue un apasionado de la creación al que le gustaba disfrazarse e ir por libre y que aprendió su oficio con las manos en la masa y contra viento y marea por media Europa y América.
Nació en Teruel pero ingresó en la Residencia de Estudiantes de Madrid para estudiar Ingeniería. Pronto abandonó sus estudios y entró en contacto con los surrealistas. Viajó a París y a Hollywood donde aprendió el método de trabajo de los grandes estudios (plantillas fijas de estudio, jornadas de 8 horas, ensayos previos, narración lineal...) y que luego se propuso aplicar en España cuando, junto a Ricardo María de Urgoiti crea Filmófono. Pero entonces estalló la Guerra Civil lo que provocó la desaparación de la productora. Durante esta época el cine se convirtió en un arma propagandística importante y además, permitía experimentar con nuevas técnicas y lenguajes. Así que Buñuel se alineó con el bando republicano y trabajó supervisando películas sobre la guerra.
Tras la contienda volvió a Estados Unidos, pero pronto su ideología le puso en la mira del Comité de Actividades Antinorteamericanas así que se trasladó a México, donde vivió casi 20 años de exilio. Durante este tiempo hizo cine comercial pero por lo que será recordado es por su cine personal, ejemplo clásico es la película Los Olvidados (1950), una obra que fue nombrada Patrimonio de la Humanidad y que le rescata como cineasta con mayúsculas. En ella retrata la realidad dramática de México y como es habitual, eso no suele gustar mucho. También trabajó en algunas coproducciones con España, como es el caso de la famosa Viridiana realizada en 1961, pero que no fue estrenada en España hasta 1977 por los problemas con la censura. Será recordada por la famosa escena en la que recrea la última cena con mendigos. En sus últimos años, realizó algunas películas en Francia y se dedicó a escribir sus memorias llamadas Mi último suspiro.
Para poner la guinda a este rápido repaso a la vida de Buñuel, hemos encontrado un vídeo en el que le vemos como coctelero, preparando la receta del Dry Martini perfecto:
Pero queremos despedirnos con otra frase del propio Buñuel y que interpretamos como una defensa del trabajo duro y la perseverancia, aunque las circunstancias sean adversas:
Para llegar a toda belleza, tres condiciones me parecen necesarias: esperanza, lucha y conquista.
Ya estamos en pleno verano y aunque esto pasa rápido aún nos quedan unas semanas a tope de sol y playa, piscina, cerveza fresquita, fiestas, viajes, helados... y muchas otras cosas que nos encantan. En Lampyridae ya os hemos deleitado con nuestras cosas favoritas del verano en forma de gifs en nuestro Instagram, que, por cierto, si no seguís ya ¿a qué estáis esperando?
Ahora lo hemos resumido todo en forma de vídeo para compartirlo con vosotros, porque sabemos que el verano pasa deprisa, demasiado deprisa, y antes de que nos demos cuenta ya estamos sacando de nuevo las bufandas y los abrigos. Pero para eso todavía queda mucho, muchísimo, y lo que toca ahora es salir de las madrigueras, empezar a disfrutar del calor y ¡no os olvidéis de nuestro vídeo!
Corría el 13 de abril de 1953 cuando Ian Fleming creaba uno de los personajes más carismáticos que conocemos: Bond, James Bond. Gracias a doce novelas y veinticinco películas (hasta el momento) hemos conocido las aventuras del agente secreto menos secreto de la historia.
Gracias al éxito de Casino Royale (primera de las novelas de Fleming) el personaje fue creciendo y apenas diez años después de ver la luz por primera vez dio el salto a la gran pantalla en El Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young, 1963). El MI6 tenía en su agente 007 su gran baza para luchar contra el mal y EON Productions uno para convertirse en un éxito de taquilla.
Bond cuenta con su inteligencia y con una sofisticada tecnología, así como con unos cuantos ayudantes que se repiten a lo largo de sus aventuras, como M, Moneypenny o Q. Es conocido por su capacidad de observación, audacia y elegancia mientras pide un vodka martini, agitado pero no mezclado.
Hemos hecho un repaso a su filmografía para comprobar que, interpretado por seis actores diferentes, el Agente 007 es uno de esos personajes que se reinventan y que podrían sobrevivir a la humanidad.
Si alguien nos pregunta cuál es la primera palabra que nos viene a la cabeza si pensamos en cine seguramente una de las más recurrentes sea “historias”. Las imágenes tienen una enorme capacidad de contar algo, así que los más imaginativos se pusieron detrás de la cámara para mostrarnos vidas que no existían, encuentros que nunca se produjeron o mundos que, a día de hoy, no tenemos certeza de que habiten nuestro cosmos.
Pero también hubo quien vio en el cine el elemento perfecto para contar historias de la historia. Grandes guerras, personalidades destacadas o acontecimientos únicos. Esta vez vamos a pararnos a hablar de las películas que se acordaron de historias concretas, historias que seguramente no aparezcan en ninguna enciclopedia y que de no ser por el cine puede que nunca hubiéramos llegado a conocer.
Las historias que suelen trascender de las guerras son las de las grandes batallas. Los grandes olvidados suelen ser pequeños héroes o pequeñas hazañas que puede que no cambiaran el destino de un conflicto, pero sí fueron remarcables por una u otra razón. Casi todos conocimos a Oskar Schindler gracias a la película que lleva su nombre. La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) narra la vida de un empresario alemán que salvó la vida a más de mil doscientos judíos. El 2001 Jean-Jacques Annaud nos contaba la hazaña del francotirador Vasili Záitsev en Enemigo a las puertas, película ambientada en la sangrienta batalla de Stalingrado y en la que Vasili se convirtió en una leyenda del Ejército Rojo tras neutralizar a más de doscientos soldados y oficiales nazis. Basada en las memorias de Wladyslaw Szpilman, El Pianista (Roman Polanski, 2002) nos acerca pesadilla vivida en el ghetto de Varsovia escapando del Holocausto.
El mundo de la cultura, cine incluido también ha sido objeto de algunas de estas películas. En 2015 Hollywood se miraba a sí mismo para traernos Trumbo. La Lista Negra de Hollywood (Jay Roach). Basada en la vida del guionista Dalton Trumbo, escritor de éxitos como Vacaciones en Roma o Espartaco, marginado por el Comité de Actividades Antiamericanas. Christian Schwochow nos acercó en 2016 la historia de la pintora Paula Becker en Paula. Empeñada en seguir su propio camino, cuestionó las leyes morales y artísticas de principios del siglo XX hasta encontrar su estilo. La más reciente en la que queremos detenernos es Wonder Women y el Profesor Marston (Angela Robinson, 2017). Cuenta cómo el psicólogo William Marston, inventor del detector de mentiras (aunque se olvidara de registrar la patente) creó el personaje de cómic Wonder Woman gracias a su relación de poliamor con Elisabeth Marston y Olive Byrne.
Entre otras cosas, el cine ha humanizado y contado la parte menos visible del mundo científico. Corría el año 2001 cuando un matemático pasó a ser conocido por la mayoría de ajenos a dicho mundo gracias a una película. Basada en el libro homónimo de Sylvia Nasar, Una mente maravillosa (Ron Howard) nos acercaba la historia de John Forbes Nash, Premio Nobel de Economía en 1994 y cómo una mente tan privilegiada tuvo que luchar contra sí misma debido a una enfermedad mental. En 2009, Alejandro Amenábar viajaba hasta el Egipto del siglo IV para contarnos en Ágora la historia de Hypatia de Alejandría, una brillante astrónoma y filósofa. Y dando otro salto en el tiempo, esta vez tan sólo hasta 1939, podemos acercarnos a Alan Turing en Descifrando Enigma (Morten Tyldum, 2014), en la que no sólo se nos habla de la invención de la máquina que ayudó a descodificar los mensajes alemanes durante la II Guerra Mundial (antecesora de nuestros actuales ordenadores), sino también de la persecución de Turing por su homosexualidad.
El deporte tampoco ha escapado a una mirada más cercana del cine. Corría 2005 cuando conocimos a Ken Carter y a su equipo de baloncesto. Coach Carter (Thomas Carter) contaba la historia del entrenador de baloncesto del Instituto Richmond, quien intentó inculcar a un grupo de adolescentes el valor de la disciplina y de la formación académica. El boxeo ha inspirado varias películas como Cinderella Man (Ron Howard, 2005) o The Fighter (David O. Russell, 2010) en la que se nos acerca la historia de los hermanos Dicky Eklund y Micky Ward y de cómo el primero intenta redimirse convirtiendo al segundo en el campeón que él pudo llegar a ser. Y hace tan solo unos meses que pudimos ver en la gran pantalla la historia de la tenista Billie Jean King. Con la excusa del mediático partido contra Bobby Riggs, La Batalla de los Sexos (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2017) habla de cómo una de las consideradas mejores jugadoras de la historia lucha por la igualdad de las mujeres, siendo una de las precursoras del actual circuito WTA, pero que a la vez tiene que ocultar su homosexualidad para que esta lucha no se vea perjudicada.
Hay infinidad de historias que por rocambolescas o por ser especialmente crudas, parecen obra de un guionista especialmente imaginativo. Uno de los Nuestros (Martin Scorsese, 1990) narra la vida de Henry Hill, un muchacho de Brooklyn que acaba escalando en el escalafón de la mafia. 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013) denuncia la pesadilla vivida por Solomon Northup, un hombre secuestrado en 1850 y vendido como esclavo que lucha por escapar y volver con su familia. Del mismo año y también relacionada con el racismo es El Mayordomo (Lee Daniels). En ella conocemos la historia de Eugene Allen (Cecil Gaines en la película), un mayordomo que sirvió en la Casa Blanca durante treinta y cuatro años siendo testigo de la evolución de la política social y racial.
El cine español también ha considerado que tenía que subrayar algún personaje que se nos había pasado por alto. El lobo (Miguel Courtois, 2004) nos transporta a los últimos años del franquismo para contarnos la historia de Mikel Lejarza, un infiltrado en ETA que consiguió la caída de más de ciento cincuenta activistas. Heroína (Gerardo Ramos, 2005) habla sobre el drama de las familias de los drogadictos y de cómo esta realidad empuja a un grupo de madres a fundar Érguete, la asociación que hizo frente a los narcos gallegos y luchó por sacar a sus hijos de la lacra de la drogadicción.
Con todos estos ejemplos nos queda claro que el cine no sólo es una herramienta de entretenimiento. Obviamente, por el buen del discurrir de la película, muchas de estas películas tienen elementos de dramatización que no siguen la realidad al pie de la letra pero, desde luego, poner en foco estos personajes sirve para que conozcamos un poco más la vida de quienes nunca aparecerán en los libros de historia.
Habían montado una gran fiesta la noche anterior. No había nada que celebrar pero tampoco había ningún motivo para no hacerlo. Pese a que sabían que nadie se podía enterar de lo que hacían, disfrutaron como nunca y las horas pasaron como siempre.
Fue así como el sol las sorprendió. Apenas habían dejado de bailar cuando sus primeros rayos las descubrieron danzando por el cielo. Y la consigna comenzó a correr de boca en boca: “disimulad, dispersaros y hasta la próxima”.
Haciendo caso al Hada Madrina, al escuchar las campanadas que anunciaban las doce Cenicienta abandonó la fiesta.
Apenas había salido del salón del baile, se quitó los zapatos y los lanzó lejos, bien lejos. Quería asegurarse de que el príncipe no pudiera encontrarla. Ya se había cansado de tanto cuento.
Haciendo caso al Hada Madrina, al escuchar las campanadas que anunciaban las doce, Cenicienta abandonó la fiesta.
Apenas había salido del salón del baile, se quitó los zapatos y los lanzó lejos, bien lejos. Quería asegurarse de que el príncipe no pudiera encontrarla. Ya se había cansado de tanto cuento.