Lampyridae Magazine - 16:9

 

Bienvenidos al Aeropuerto Internacional Hermanos Lumière. Les agradecemos que hayan pensado en nosotros para viajar a sus destinos turísticos. Todos nuestros viajeros pueden consultar en las pantallas informativas los destinos a los que operan algunas de nuestras aerolíneas. Elijan su terminal y diríjanse a las puertas de embarque para poner rumbo a sus lugares de descanso. Esperamos que tengan un viaje agradable y disfruten de sus vacaciones.

Terminal playas

Si quieren pasar unos días en Italia, visitando la costa de Amalfi en compañía de Jude Law, Matt Damon y Gwyneth Paltrow viviendo como la jet set de finales de los años cincuenta no duden en tomar el vuelo con destino El talento de Mr. Ripley. Si prefieren vivir un romance prohibido en las aguas de Hawai, elijan la puerta De aquí a la eternidad. En cambio, si prefieren la soledad de una isla perdida en el Pacífico, la puerta Naufrago les llevará a Monuriki de donde resultará complicado regresar.

Terminal montaña

El Camino de Santiago es una experiencia que muchos eligen como destino vacacional. Si están interesados en él, diríjanse a la puerta El Camino de la mano de Martin Sheen. Otra opción para disfrutar de la montaña es viajar hasta los Alpes suizos acompañando a Sean Connery en Cinco días, un verano. Y nada como perderse en la naturaleza más salvaje para encontrarse a sí mismo. Si es eso último lo que buscan, les recomendamos que viajen tomen la puerta Hacia rutas salvajes para visitar Alaska o el cañón del Colorado.

Terminal ciudades

Para los más urbanitas tenemos preparados destinos selectos y apasionantes. Para visitar la hermosa Paris y conocer a personajes como Scott y Zelda Fitzgerald, Hemingway, Picasso o Joséphine Baker no duden en cruzar la puerta Midnight in Paris. Pueden conocer la ciudad eterna junto con Audrey Hepburn y Gregory Peck en Vacaciones en Roma o, si se sienten un tanto perdidos,  perderse aún más con Scarlett Johansson y Bill Murray en Tokio gracias a la puerta de embarque Lost in Translation.

Terminal aventuras

Para los más osados tenemos varios destinos en los que vivir todo tipo de aventuras. Gracias a nuestro arqueólogo favorito pueden conocer todo tipo de misterios en la saga de Indiana Jones y, si nos permiten en consejo, no creemos que haya mejor compañero de viaje que Harrison Ford. Si son ustedes un tanto tímidos y les cuesta lanzarse a la aventura, les recomendamos que se dejen llevar por La vida secreta de Walter Mitty y dejen de imaginar sus viajes para vivirlos por fin. Nuestra última opción es visitar una espectacular cascada en Suramérica aunque el viaje hasta llegar a ella no sea todo lo común que uno podría pensar. No duden en dirigirse a la puerta Up si se atreven con ello.

Terminal Road Movies

Si les gusta conducir les recomendamos varios viajes sobre ruedas. Pueden recorrer Argentina, Chile y Perú de la mano de un joven Ernesto Guevara en Diarios de motocicleta. Si tienen una familia un tanto peculiar y quieren ir con ella hasta California en una furgoneta Volkswagen Combi, embarquen en Pequeña Miss Sunshine. En cambio, si quieren escapar de su rutina e un viaje con una amiga íntima como Susan Sarandon o Geena Davis, escojan la opción Thelma y Louise, pueden acabar ligando con Brad Pitt.

Terminal gastronomía

Para los más hambrientos tenemos reservada una terminal para los viajes gastronómicos. Si les gustan los retos y la cocina francesa, Amy Adams y Meryl Streep les esperan con 524 recetas en la puerta Julie y Julia. Si después de comerse la vida en un plato de espaguetis en Roma o una pizza en Nápoles con Julia Roberts quieren seguir con la India y Tailandia, diríjanse a Come, reza, ama. Si les gusta la comida india o la alta cocina de los restaurantes con Estrella Michelín, tienen que viajar a través de Un viaje de diez metros en donde les espera Helen Mirren y puede que se sorprendan del recorrido.

Estos son algunos de los destinos que les sugerimos para escaparse este incierto verano. El Aeropuerto Internacional Hermanos Lumière les ofrece los rumbos más singulares e imaginativos, no duden en consultar más opciones de viaje en este aeropuerto. Les deseamos felices vacaciones y que disfruten de su estancia.

Repasando el libro de Historia

Hace ya 100 años, el 11 de noviembre de 1918, se firmó el Armisticio de Compiègne. Para aquellos que tengan las clases de Historia un poco oxidadas decir que este tratado puso fin a las hostilidades en la Primera Guerra Mundial y un año más tarde sus condiciones quedarían ratificadas en el famoso Tratado de Versalles.

No hemos querido esperar al aniversario de la firma del fin de la primera gran guerra para actualizar nuestro repaso particular a los géneros cinematográficos. Os imaginaréis, avezados lectores de Lampyridae, cuál será el tema de hoy.

Correcto. El cine bélico.

Ya hemos hablado muchas veces del cine como arma propagandística. Así que podréis imaginar que el origen del cine de guerra fuera la propaganda. El nacimiento y desarrollo del séptimo arte estuvo muy ligado, durante el pasado siglo XX, a los hechos históricos y el sentir de cada momento, los miedos y alegrías, y las guerras no tuvieron poca influencia en este medio. Así que ya con el estallido de la Primera Guerra Mundial, el cine se utilizó como arma ideológica, como apoyo a las tropas pero, también, como alegato contra la violencia.

Fue precisamente a raíz de esta contienda que se fundó en Alemania la UFA, la gran productora cinematográfica europea de la que saldrían películas tan importantes como Metropolis de Fritz Lang. Con la posterior llegada de los nazis al poder, el control del contenido se hizo insoportable y muchos grandes profesionales acabaron emigrando a Hollywood y contribuyendo enormemente a su éxito, pero eso, una vez más, es otra historia.

Un ejemplo del cine bélico de la primera mitad de siglo por parte del Reino Unido, por su parte, es Sangre, sudor y lágrimas (In Which We Serve, David Lean, Noel Cowärd 1942) un homenaje a los caídos en batalla.

Hablamos de la propaganda en Europa, pero en EEUU, en Hollywood y también durante la II Guerra Mundial, se utilizó el cine de guerra como vehículo propagandístico, defendiendo el estilo de vida americano. Con la guerra de Corea se llegó a introducir incluso el censor militar.

Y llegamos a los años 70, a la conocida como primera guerra televisada. Fue una época de esplendor para el documental, sobre el tema de la guerra de Vietnam se realizó el documental galardonado con un Oscar Hearts and Minds (Peter Davis, 1974).

Durante los años 80 y 90 se siguieron realizando películas enmarcadas en los grandes conflictos del siglo XX, algunos ejemplos son La delgada línea roja (Terrence Malick ,1998) sobre la batalla de Guadalcanal o Platoon (Oliver Stone, 1986) sobre Vietnam. Pero seguro que sabríais decir muchos más ¿verdad?

Las secuelas de la guerra

Son muchas las películas que no retratan un hecho bélico concreto o no se centran únicamente en la vida castrense, pero que sí tienen como trasfondo la guerra y producen una hibridación del género bélico con otros, como la comedia, el drama o la animación. Así pueden tratar temas como la lucha por la supervivencia o las secuelas de la guerra en los soldados o en las vidas de aquellos que sufrieron el conflicto. De esta manera, cada guerra se convierte casi en un subgénero en sí mismo, ya sean las Guerras Mundiales, Corea o Vietnam, enmarcando historias que pueden ocurrir lejos del campo de batalla:

Ya en Los mejores años de nuestra vida (William Wyler, 1946) se empezó a tratar el problema de los veteranos de guerra y las secuelas físicas y psicológicas en su vuelta a la sociedad. Algo parecido ocurre en Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), aunque en este caso su protagonista decide autoproclamarse justiciero frente a la sordidez del mundo.

La tumba de las luciérnagas (Isao Takahata, 1988) cuenta en formato de animación la dramática historia de dos niños que luchan por sobrevivir en el Japón de la II Guerra Mundial tras la muerte de sus padres.

No a la guerra

El cine bélico, curiosamente, además de arma ideológica, ha sido también desde sus orígenes uno de los mejores instrumentos para denunciar el sinsentido de la guerra.

Uno de los ejemplos más conocidos es Senderos de Gloria (Stanley Kubrick, 1957) donde la película se mete en las trincheras de la I Guerra Mundial para contar la dura historia de unos soldados acusados de cobardía y enfrentados a un consejo de guerra.

Sin novedad en el frente (All Quiet on the Western Front, Lewis Milestone, 1930) es otro de esos ejemplos de cine antibelicista, ganadora de dos Oscar y que habla del despilfarro y la decepción de unos jóvenes soldados norteamericanos.

Y por último, porque no todo tiene por qué contarse en tono dramático, está M.A.S.H (Robert Altman, 1970) que desde un punto de vista cómico cuenta la historia de unos cirujanos durante la guerra de Corea.

Bajo el mar...

Para terminar, queremos mencionar unas cuantas películas que pertenecen a otro subgénero que suele tener una guerra de fondo -aunque no necesariamente- como es el de las películas de submarinos:

La película de Alemania del Oeste, Das Boot (Wolfgang Petersen, 1981) sobre una misión durante la II Guerra Mundial es el clásico por antonomasia de las películas de submarinos al retratar magistralmente la claustrofobia y la tensión en un buque sumergido.

Por su parte, K-19 WidowMaker (Kathryn Bigelow, 2002), enmarcada en los tensos años de la Guerra Fría, ya pertenece al género de drama o thriller pero la ponemos aquí por dos razones: fue realizada por una mujer que ha ganado un Oscar a la Mejor Dirección, y curiosamente, cosas del cine, es la misma mujer que estuvo casada con uno de los hombres que ha realizado una de las inmersiones marinas más profundas, el también director James Cameron.

Otro clásico del cine de submarinos es La caza del Octubre rojo (John McTiernan, 1990) que, aunque no pertenece como tal al género bélico, sí que es verdad que también está ambientada en la Guerra Fría y supone la primera aparición en el cine de Jack Ryan, el personaje de ficción del escritor de novelas de espías Tom Clancy. Y con este soberbio giro de muñeca abrimos la posibilidad de un nuevo capítulo de “Esto es otra historia” dedicado a las adaptaciones cinematográficas. Como siempre agradecemos todo lo aprendido en las clases de Historia y Géneros Cinematográficos de la Universidad Complutense que elevaron nuestro amor por el Séptimo Arte a otro nivel ¡Muy atentos!

El 29 de julio de 1983 moría uno de esos personajes fundamentales en la cultura española, pero a pesar de que se fuera hace sólo 35 años, en realidad, lo percibimos como muy lejano, como de otra época. Nos referimos al director de cine Luis Buñuel. La razón será tal vez, que pudo ejercer su profesión muy poco en España y cuando consiguió estrenar en nuestro país, sus películas pasaron desapercibidas o fue reconocido con un poco de, digamos, tardanza. En la memoria colectiva española permanecen sus primeros trabajos más carismáticos: Un perro andaluz de 1929 y Las Hurdes de 1933. ¿Y luego? ¿Qué pasó con Buñuel?

Para quien no conozca la filmografía de Buñuel diremos, con sus propias palabras, que encontrará “la felicidad de recibir lo inesperado”. Lo cierto es que no dejará indiferente a nadie con su surrealismo y cine de carga social.

Luis Buñuel fue un apasionado de la creación al que le gustaba disfrazarse e ir por libre y que aprendió su oficio con las manos en la masa y contra viento y marea por media Europa y América.

Nació en Teruel pero ingresó en la Residencia de Estudiantes de Madrid para estudiar Ingeniería. Pronto abandonó sus estudios y entró en contacto con los surrealistas. Viajó a París y a Hollywood donde aprendió el método de trabajo de los grandes estudios (plantillas fijas de estudio, jornadas de 8 horas, ensayos previos, narración lineal...) y que luego se propuso aplicar en España cuando, junto a Ricardo María de Urgoiti crea Filmófono. Pero entonces estalló la Guerra Civil lo que provocó la desaparación de la productora. Durante esta época el cine se convirtió en un arma propagandística importante y además, permitía experimentar con nuevas técnicas y lenguajes. Así que Buñuel se alineó con el bando republicano y trabajó supervisando películas sobre la guerra.

Tras la contienda volvió a Estados Unidos, pero pronto su ideología le puso en la mira del Comité de Actividades Antinorteamericanas así que se trasladó a México, donde vivió casi 20 años de exilio. Durante este tiempo hizo cine comercial pero por lo que será recordado es por su cine personal, ejemplo clásico es la película Los Olvidados (1950), una obra que fue nombrada Patrimonio de la Humanidad y que le rescata como cineasta con mayúsculas. En ella retrata la realidad dramática de México y como es habitual, eso no suele gustar mucho. También trabajó en algunas coproducciones con España, como es el caso de la famosa Viridiana realizada en 1961, pero que no fue estrenada en España hasta 1977 por los problemas con la censura. Será recordada por la famosa escena en la que recrea la última cena con mendigos. En sus últimos años, realizó algunas películas en Francia y se dedicó a escribir sus memorias llamadas Mi último suspiro.

Para poner la guinda a este rápido repaso a la vida de Buñuel, hemos encontrado un vídeo en el que le vemos como coctelero, preparando la receta del Dry Martini perfecto:

Pero queremos despedirnos con otra frase del propio Buñuel y que interpretamos como una defensa del trabajo duro y la perseverancia, aunque las circunstancias sean adversas:

Para llegar a toda belleza, tres condiciones me parecen necesarias: esperanza, lucha y conquista.

Corría el 13 de abril de 1953 cuando Ian Fleming creaba uno de los personajes más carismáticos que conocemos: Bond, James Bond. Gracias a doce novelas y veinticinco películas (hasta el momento) hemos conocido las aventuras del agente secreto menos secreto de la historia.

Gracias al éxito de Casino Royale (primera de las novelas de Fleming) el personaje fue creciendo y apenas diez años después de ver la luz por primera vez dio el salto a la gran pantalla en El Agente 007 contra el Dr. No (Terence Young, 1963).  El MI6 tenía en su agente 007 su gran baza para luchar contra el mal y EON Productions uno para convertirse en un éxito de taquilla.

Bond cuenta con su inteligencia y con una sofisticada tecnología, así como con unos cuantos ayudantes que se repiten a lo largo de sus aventuras, como M, Moneypenny o Q. Es conocido por su capacidad de observación, audacia y elegancia mientras pide un vodka martini, agitado pero no mezclado.

Hemos hecho un repaso a su filmografía para comprobar que, interpretado por seis actores diferentes, el Agente 007 es uno de esos personajes que se reinventan y que podrían sobrevivir a la humanidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Si alguien nos pregunta cuál es la primera palabra que nos viene a la cabeza si pensamos en cine seguramente una de las más recurrentes sea “historias”. Las imágenes tienen una enorme capacidad de contar algo, así que los más imaginativos se pusieron detrás de la cámara para mostrarnos vidas que no existían, encuentros que nunca se produjeron o mundos que, a día de hoy, no tenemos certeza de que habiten nuestro cosmos.

Pero también hubo quien vio en el cine el elemento perfecto para contar historias de la historia. Grandes guerras, personalidades destacadas o acontecimientos únicos. Esta vez vamos a pararnos a hablar de las películas que se acordaron de historias concretas, historias que seguramente no aparezcan en ninguna enciclopedia y que de no ser por el cine puede que nunca hubiéramos llegado a conocer.

Las historias que suelen trascender de las guerras son las de las grandes batallas. Los grandes olvidados suelen ser pequeños héroes o pequeñas hazañas que puede que no cambiaran el destino de un conflicto, pero sí fueron remarcables por una u otra razón. Casi todos conocimos a Oskar Schindler gracias a la película que lleva su nombre. La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993) narra la vida de un empresario alemán que salvó la vida a más de mil doscientos judíos. El 2001 Jean-Jacques Annaud nos contaba la hazaña del francotirador Vasili Záitsev en Enemigo a las puertas, película ambientada en la sangrienta batalla de Stalingrado y en la que Vasili se convirtió en una leyenda del Ejército Rojo tras neutralizar a más de doscientos soldados y oficiales nazis. Basada en las memorias de Wladyslaw Szpilman, El Pianista (Roman Polanski, 2002) nos acerca pesadilla vivida en el ghetto de Varsovia escapando del Holocausto.

El mundo de la cultura, cine incluido también ha sido objeto de algunas de estas películas. En 2015 Hollywood se miraba a sí mismo para traernos Trumbo. La Lista Negra de Hollywood (Jay Roach). Basada en la vida del guionista Dalton Trumbo, escritor de éxitos como Vacaciones en Roma o Espartaco, marginado por el Comité de Actividades Antiamericanas. Christian Schwochow nos acercó en 2016 la historia de la pintora Paula Becker en Paula. Empeñada en seguir su propio camino, cuestionó las leyes morales y artísticas de principios del siglo XX hasta encontrar su estilo. La más reciente en la que queremos detenernos es Wonder Women y el Profesor Marston (Angela Robinson, 2017). Cuenta cómo el psicólogo William Marston, inventor del detector de mentiras (aunque se olvidara de registrar la patente) creó el personaje de cómic Wonder Woman gracias a su relación de poliamor con Elisabeth Marston y Olive Byrne.

Entre otras cosas, el cine ha humanizado y contado la parte menos visible del mundo científico. Corría el año 2001 cuando un matemático pasó a ser conocido por la mayoría de ajenos a dicho mundo gracias a una película. Basada en el libro homónimo de Sylvia Nasar, Una mente maravillosa (Ron Howard) nos acercaba la historia de John Forbes Nash, Premio Nobel de Economía en 1994 y cómo una mente tan privilegiada tuvo que luchar contra sí misma debido a una enfermedad mental. En 2009, Alejandro Amenábar viajaba hasta el Egipto del siglo IV para contarnos en Ágora la historia de Hypatia de Alejandría, una brillante astrónoma y filósofa. Y dando otro salto en el tiempo, esta vez tan sólo hasta 1939, podemos acercarnos a Alan Turing en Descifrando Enigma (Morten Tyldum, 2014), en la que no sólo se nos habla de la invención de la máquina que ayudó a descodificar los mensajes alemanes durante la II Guerra Mundial (antecesora de nuestros actuales ordenadores), sino también de la persecución de Turing por su homosexualidad.

El deporte tampoco ha escapado a una mirada más cercana del cine. Corría 2005 cuando conocimos a Ken Carter y a su equipo de baloncesto. Coach Carter (Thomas Carter) contaba la historia del entrenador de baloncesto del Instituto Richmond, quien intentó inculcar a un grupo de adolescentes el valor de la disciplina y de la formación académica. El boxeo ha inspirado varias películas como Cinderella Man (Ron Howard, 2005) o The Fighter (David O. Russell, 2010) en la que se nos acerca la historia de los hermanos Dicky Eklund y Micky Ward y de cómo el primero intenta redimirse convirtiendo al segundo en el campeón que él pudo llegar a ser. Y hace tan solo unos meses que pudimos ver en la gran pantalla la historia de la tenista Billie Jean King. Con la excusa del mediático partido contra Bobby Riggs, La Batalla de los Sexos (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2017) habla de cómo una de las consideradas mejores jugadoras de la historia lucha por la igualdad de las mujeres, siendo una de las precursoras del actual circuito WTA, pero que a la vez tiene que ocultar su homosexualidad para que esta lucha no se vea perjudicada.

Hay infinidad de historias que por rocambolescas o por ser especialmente crudas, parecen obra de un guionista especialmente imaginativo. Uno de los Nuestros (Martin Scorsese, 1990) narra la vida de Henry Hill, un muchacho de Brooklyn que acaba escalando en el escalafón de la mafia. 12 años de esclavitud  (Steve McQueen, 2013) denuncia la pesadilla vivida por Solomon Northup, un hombre secuestrado en 1850 y vendido como esclavo que lucha por escapar y volver con su familia. Del mismo año y también relacionada con el racismo es El Mayordomo (Lee Daniels). En ella conocemos la historia de Eugene Allen (Cecil Gaines en la película), un mayordomo que sirvió en la Casa Blanca durante treinta y cuatro años siendo testigo de la evolución de la política social y racial.

El cine español también ha considerado que tenía que subrayar algún personaje que se nos había pasado por alto. El lobo (Miguel Courtois, 2004) nos transporta a los últimos años del franquismo para contarnos la historia de Mikel Lejarza, un infiltrado en ETA que consiguió la caída de más de ciento cincuenta activistas. Heroína (Gerardo Ramos, 2005) habla sobre el drama de las familias de los drogadictos y de cómo esta realidad empuja a un grupo de madres a fundar Érguete, la asociación que hizo frente a los narcos gallegos y luchó por sacar a sus hijos de la lacra de la drogadicción.

Con todos estos ejemplos nos queda claro que el cine no sólo es una herramienta de entretenimiento. Obviamente, por el buen del discurrir de la película, muchas de estas películas tienen elementos de dramatización que no siguen la realidad al pie de la letra pero, desde luego, poner en foco estos personajes sirve para que conozcamos un poco más la vida de quienes nunca aparecerán en los libros de historia.

Si ya nos habíamos parado a hablar de las adaptaciones que el cine había hecho del teatro en general, hoy vamos a ponerle un nombre propio en particular.

Thomas Lanier Williams III nació en Mississippi y, sin embargo, todo el mundo lo conocería por el nombre de otro lugar de la geografía estadounidense: Tennessee.

Tennessee Williams fue uno de los dramaturgos más importantes del siglo XX y entre otras cosas, es reconocido por el tema que aquí nos ocupa: la extensa lista de sus obras que han sido adaptadas para la gran pantalla.

Con un estilo que muchos han denominado como gótico sureño, las obras de Williams están marcadas por su procedencia y por ese halo de nostalgia que dicha sociedad tenía aún del pasado, sus valores y tradiciones. Es por ello por lo que los personajes y su psicología adquieren un papel protagonista en la trama.

Su extensísima carrera está compuesta por unas ochenta obras de teatro, tres novelas y siete cuentos cortos, además de haber coqueteado con la poesía. Ganó el Premio Pullitzer con Un tranvía llamado deseo en 1948 y repitió con La Gata sobre el tejado de zinc en 1955. Estas dos obras ganaron también el Premio de la Crítica Teatral junto con El zoo de cristal en 1945 y La noche de la iguana en 1961. Y por si fueran pocos premios, tuvo que hacer sitio en su galardonada estantería para el Tony de 1952 por La rosa tatuada.

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Y Hollywood, que no es tonto, puso sus ojos en el trabajo de Tennessee. Pese a la frenética producción de obras que seguía llevando a cabo nuestro dramaturgo, fue el encargado de muchos de los guiones que darían vida en la gran pantalla a todos aquellos seres atormentados y nostálgicos para los que ya se había alzado el telón.

El primero en acompañarlas en tan vertiginoso salto, fue Elia Kazan en 1951 con uno de los clásicos más conocidos del cine: Un tranvía llamado deseo, en donde Vivien Leigh y los dos actores secundarios (Kim Hunter y Karl Malden) se alzaron con el Oscar a las mejores interpretaciones. Pero sin lugar a dudas, la interpretación de Marlo Brando como Stanley Kowalski es la más recordada (y una de las más recordadas de la historia del cine). Kazan repetiría la experiencia con Baby Doll en 1956.

El éxito volvió a llegar en 1958 con Richard Brooks dirigiendo La gata sobre el tejado de Zinc. No se llevó ninguna estatuilla (pese a las seis nominaciones) pero la apatía de un Paul Newman que convirtió el albornoz en todo un hito de la elegancia, y la vehemencia de Elisabeth Taylor, convirtieron a esta película en referente de cualquier videoteca clásica.

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Elisabeth Taylor volvería a ser la protagonista de más adaptaciones como De repente, el último verano (Joseph L. Mankiewicz, 1958), junto con su inseparable Montgomery Clift o La mujer maldita (Joseph Losey, 1968). Del mismo modo, Newman volvería a encarnar un personaje del dramaturgo en Dulce pájaro de juventud (Richard Brooks, 1962) y se atrevería a ponerse detrás de la cámara para dirigir a Joanne Woodward y John Malkovich en El zoo de cristal en 1987.

Incluso un antiguo guionista como John Huston puso sus ojos en una de sus numerosas piezas teatrales de Williams y en 1964 reunió a estrellas como Richard Burton, Deborah Kerr o Ava Gardner para que la cámara diera vida a La noche de la iguana.

De la extensa producción de Tennessee Williams, se pueden encontrar más de veinticinco adaptaciones audiovisuales. Está claro que apostar por sus obrar es apostar a caballo ganador. El teatro, el cine y el arte en general tiene mucho que agradecerle a su talento, el cual terminó ahogado con un tapón alojado en su garganta impidiendo que pudiera seguir respirando, que pudiera seguir inspirando.

Por muchos es sabido que el cine nació más como avance tecnológico que cultural. Por eso, y aunque el canal estaba, faltaba el mensaje. Y de lo primero que echó mano el cine (después de las pruebas con escenas cotidianas) fue del teatro. Las historias ya estaban, sólo había que adaptarlas.

Fue así como nació una relación que llega hasta nuestros días. Y aunque en un principio caminaran de la mano, cuanto más se desarrollaba el séptimo arte más se separaba del género teatral. Si nos remontamos a los comienzos del primero, podemos ver cómo escenarios e interpretaciones, caminaban muy cerca del segundo. Los recursos técnicos eran muy limitados y las interpretaciones (mudas aún) eran el resultado de una migración de los actores del escenario al estudio.

Son muchas las diferencias entre ambos y quizá la más evidente es el hecho de que la representación teatral coincide con la observación del espectador, mientras que en el cine se produce un desfase temporal entre ambas, lo cual permite la repetición de la actuación hasta obtener una toma válida. Los efectos, cambios de escenarios, montaje y un largo etcétera son otros de los elementos que hacen que ambos sean versiones diferentes de las artes escénicas.

Como decíamos, las adaptaciones teatrales fueron una de las primeras formas de guión. Y aunque conforme evolucionaba el lenguaje cinematográfico y se podía ofrecer una mayor complejidad en los guiones, el teatro siempre ha sido una fuente de inspiración que ha permanecido latente. Son muchos los temas, los géneros y los autores que han salido del patio de butacas para darse un paseo por el set de rodaje.

Adaptaciones con mucho ritmo

Si hablamos de musicales, Broadway ha sido una mina para el séptimo arte. Si hablamos de la obra Pigmalión, escrita en 1912 por George Bernard Shaw, igual algunos no saben aún por dónde van los tiros, pero si decimos que en 1956 Broadway alzó el telón para representar My Fair Lady, quizá ya empecemos a entendernos. Tras el éxito de la obra (hasta la fecha es la obra que más tiempo ha estado en cartel en la historia de Nueva York), George Cukor le dio a Audrey Hepburn el papel de Eliza en 1964 para rodar uno de los clásicos de la historia del cine.

Robert Wise sería el encargado de dirigir tanto en teatro como en cine West Side Story en 1957 y 1961, respectivamente. Se volvería a atrever con una adaptación en 1965 cuando, de la mano de Julie Andrews, hizo que la familia von Trapp cantara en Sonrisas y Lágrimas.

Uno de los musicales por excelencia es Cabaret. Broadway abrió sus puertas para él en 1966 y Bob Fosse decidió trasladarlo al cine en 1972. Hair siguió el mismo camino tras su estreno en 1967 y en 1979 era Milos Forman quien lo acompañaba a las salas de cine. Y no podíamos olvidarnos de Grease que, tras su estreno en 1971, hizo que Sandy y Danny aparecieran en las pantallas de todo el mundo de la mano de Randal Kleiser en 1978.

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Mención aparte merece la adaptación de Chicago. Corría 1975 cuando de nuevo Bob Fosse, esta vez junto con Fred Ebb, llevó un nuevo libreto a los escenarios. Tras el éxito de la adaptación cinematográfica de Bill Condon en 2002, la cual se alzó con seis Oscars (incluyendo mejor película), tuvo una segunda vida en el teatro a partir de 2006, llegando a realizar más de seis mil representaciones.

Chicago

Para cerrar la sección musical, no queremos olvidarnos del diabólico barbero de la calle Fleet. Sweeney Todd ha sido una de las últimas y mejores adaptaciones cinematográficas. Tras estrenarse en el teatro en 1979 y ganar un Tony al musical del año, Tim Burton le dio una oportunidad delante de la cámara en 2007 junto con sus inseparables Johnny Depp y Helena Bonham Carter.

Classic always wins

Sí, los clásicos siempre ganan. Por eso una historia de Shakespeare siempre es digna de ser adaptada. Es imposible detenernos en todas las películas basadas en alguna de las obras del Bardo ya que son más de doscientas cincuenta las versiones que existen.

Una de las primeras fue La fierecilla domada (Sam Taylor, 1929) a la que siguió la versión de Franco Zeffirelli de 1967, interpretada por Elisabeth Taylor y Richard Burton. George Cukor se pensó que una de las historias de amor más desdichadas que había conocido la literatura sería perfecta para la gran pantalla y en 1936 dirigió Romeo y Julieta, de la cual se han llegado a hacer casi veinte versiones. Hamlet, Macbeth, Otelo o El Rey Lear, son algunas de las piezas de Shakespeare que se han llevado al cine en más ocasiones.

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Más adelante nos detendremos en la producción española, pero puesto que estamos hablando de tiempos cercanos a William, tenemos que mencionar ahora a Lope de Vega. Escribió El Perro del Hortelano en 1618 y además de servir al refranero español, sirvió para dar lugar a alguna película. Lo más curioso de su adaptación es que la primera que se llevó a cabo fue en la antigua URSS en 1977. No sería hasta 1996 cuando Pilar Miró hiciera lo propio en nuestro país. También fueron llevadas al cine Fuenteovejuna (Antonio Román, 1947 y Juan Guerrero Zamora 1970) y El mejor alcalde, el Rey (Rafael Gil, 1973)

Otra de los clásicos destacados es Cyrano de Bergerac, escrita en 1897 por Edmond Rostand y que ha sido adaptada en numerosas ocasiones, como en 1950 por Michael Gordon o en 1990 por Jean-Paul Rappeneau y que fue protagonizada por Gérard Depardieu. Y para finalizar con las obras de otro siglo, echamos mano de Oscar Wilde y La importancia de llamarse Ernesto (1895), la cual fue puesta delante del objetivo de la mano de Anthony Asquith en 1952.

¡Larga vida al teatro!

Y aunque los clásicos sean un acierto, nunca hay que perder de vista al panorama contemporáneo. Eso es lo que han pensado muchos directores a la hora de buscar inspiración en los escenarios teatrales.

Billy Wilder descubrió un filón con el tándem interpretativo: Lemmon-Matthau y entre las películas en las que contó con la exitosa pareja figura Primera plana (1974) que no es más que la adaptación de la obra homónima de Ben Hecht y Charles MacArthur, estrenada en 1931. Otra dupla que pasaría a la historia del cine fue la de Laurence Olivier y Michael Caine por su magistral interpretación (ambos lucharon por el Oscar a mejor actor) en La huella (Joseph L. Mankiewicz, 1972). La película fue una adaptación de la obra de Anthony Schaffer, escrita dos años antes. En 2007 fue llevada de nuevo al cine por Kenneth Branagh.

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Y si hablamos de repetir, tenemos que mencionar The Deep Blue Sea. Basada en la obra de Terence Rattingan de 1952, fue llevada al cine por Anatole Litvak en 1955 de la junto con Vivien Leigh, aunque la versión que tenemos más reciente es la de Terence Davies en 2011.

Para acabar con el repaso a las adaptaciones más recientes, nos detenemos en una obra que a su vez está basada en hechos reales. Tras el escándalo del Watergate, Nixon realizó una serie de entrevistas con el periodista David Frost. El resultado de las mismas y cómo tuvieron lugar fue plasmado en 2006 por Peter Morgan y filmadas a su vez en 2008 por Ron Howard bajo el título El desafío: Frost contra Nixon.

A este lado del Atlántico

En lo que se refiere a nuestra producción, y dejando de lado a los clásicos, no podemos dejar de lado a Federico García Lorca. Bodas de sangre es una de sus obras más adaptadas, aunque curiosamente (o no tanto, si tenemos en cuenta cómo acabó el autor y cómo España), Argentina fue el primer país en llevarla a la gran pantalla. Fue Edmundo Guibourg en 1938, a quien siguió Carlos Saura en 1981 y Paula Ortiz en 2015 con La Novia.

Otra obra que destaca en los últimos años es Las bicicletas son para el verano, escrita por Fernando Fernán Gómez en 1977 y dirigida por Jaime Chávarri en 1984.

Y todo esto porque queríamos hablar de un autor en concreto pero... lo dejaremos para otro día.

 

Se acerca la Navidad y es el momento de caer en los tópicos: comer demasiado, agobiarse con los regalos, las reuniones familiares, las fiestas, los brindis, los reencuentros, las uvas y, por supuesto, los especiales de Navidad. Así que para no ser menos, nosotros hemos hecho una lista con algunas de nuestras películas preferidas para acurrucarse en el sofá y pasar la resaca como manda esta época del año. En esta selección podréis encontrar de todo: acción, amor, comedia, crítica social, moraleja, bichos horripilantes y, sobre todo, mucho espíritu navideño.

Empezamos con la que es una de las películas navideñas preferidas de muchísima gente y también, todo hay que decirlo, odiada (sólo es necesario echar un vistazo a las críticas) y que seguro que vais a ver porque es un clásico de la programación televisiva de esta época: Love Actually (2003, Richard Curtis). Para los marcianos que, como la protagonista del anuncio de la Lotería, acaben de llegar a la Tierra y no la conozcan, decir que se trata de una comedia romántica de historias cruzadas con un reparto impresionante.

Damos el salto al cine español de hace unos añitos para ver que en Navidad no todo es tan bonito como parece. Plácido es una obra maestra de 1961 de Berlanga que fue nominada al Oscar a Mejor Película Extranjera. Es ácida, es crítica y nos encanta.

Llega el momento de la animación navideña un poco siniestra de la mano de Jack Skellington. No necesitáis más pistas ¿no? Pesadilla antes de Navidad ( 1993, Henry Selick) es una mezcla macabro-navideña que gusta a todo el mundo.

Y ya que estamos animados (chiste malo) vamos a continuar con otro clásico de los clásicos, aunque más estadounidense que español: La Navidad de Charlie Brown (1965, Bill Melendez), que nos parece una buena aportación de esas que nunca se pasan de moda.

¿Y en qué familia no ha sido un acontecimiento la presententación de un novio? Para los que quieran ver los típicos dramas familiares y reirse de ellos tenemos La joya de la familia (2005, Thomas Bezucha) que tiene un "no sabemos qué" que nos gusta.

¡ Sólo en casa (1990, Chris Columbus) tenía que estar y lo sabíais!¿Quién no ha querido alguna vez ser Kevin McAllister y tener la casa para uno solo, hacer gamberradas y enfrentarse a unos ladrones un poco tontos?

¡Yipi ka yei! es el momento de sacar la artillería porque llega John McClane con La jungla de cristal (1988, John McTiernan). Y ya que estamos, en caso de que la resaca sea importante, recomendamos toda la saga.

Tim Burton aparece de nuevo con otra película que también os sacará una sonrisa porque es imposible no querer adoptar a  Eduardo Manostijeras  (1990, Tim Burton).  Y la más antigua de las películas que vamos a recomendar hoy es también un clásico de esos con las mejores notas en los rankings cinéfilos. Qué bello es vivir (1946, Frank Capra) os hará felices. 

Si empezamos con amor, vamos a terminar con terror. "No les des de comer después de medianoche, no dejes que se mojen y que nunca les dé la luz del sol" ¿Ya sabéis de lo que estamos hablando, no? Gremlins (1984, Joe Dante) está aquí para quitarle un poco de azúcar a vuestras Navidades y hacerlas más interesantes. Y con ella cerramos nuestra selección navideña. Ahora ya sabéis lo que tenéis que hacer ¿no? ¡id preparando las palomitas, los polvorones y el turrón de chocolate!

 

No hace mucho, en nuestra segunda parte del Glosario del Cine  explicábamos, entre otros términos, el significado de "plano secuencia" de la siguiente manera: Técnica de planificación que define una escena manejada en una sola toma, por lo general una toma prolongada. El ejemplo más paradigmático es el plano secuencia inicial de Sed de Mal (Orson Welles, 1958).

La película 1917 de Sam Mendes nos adentra en la crueldad de la Primera Guerra Mundial (para más información sobre cine bélico, no os quedéis sin darle un repaso al artículo sobre este género) y ha vuelto a poner el foco en este recurso cinematográfico llevándolo a otro nivel. No queremos decir más hasta que todos la hayáis visto.

Tras leer el muy recomendable análisis de Espinof.com "Dunkerke antes de Nolan" [via Espinof ] sobre el impresionante plano secuencia de casi 5 minutos de Expiación (Joe Wright, 2007) hemos pensado hacer un repaso a algunos planos secuencia que nos han dejado sin palabras.

Como ya hemos dicho, el ejemplo clásico que viene a la cabeza al hablar de planos secuencia para la historia es el que abre Sed de Mal, aunque los cinéfilos más jóvenes seguro que todavía tienen fresco en la retina el plano secuencia-número musical de La la land (Damien Chazelle, 2016) o el divertido de Birdman (Alejandro González Iñárritu, 2014). Sin embargo, en 1948, Alfred Hitchcock ya llevó está técnica de planificación al extremo rodando integramente La Soga utilizando esta técnica y difuminando los límites entre el cine y el teatro. Como es lógico, la cosa tenía su truco y tuvieron que utilizar objetos para irse a negro y realizar los cortes necesarios. Hay que tener en cuenta que las cámaras y las bobinas de celuloide tienen un tamaño y una longitud concreta y limitada con la que contar (cada rollo duraba 10 minutos), además, se tienen que poder realizar movimientos sin que al cámara le dé un ataque de lumbago.

Y diréis ¿para qué tomarse la molestia de rodar un plano de este tipo que va a necesitar un esfuerzo tremendo de todo el equipo, numerosos ensayos, perfecta sincronización y enormes recursos? Ningún plano está realizado a capricho del director, todo tiene algún significado y en este caso puede ser seguir a un personaje en tiempo real, descubriendo lo que él descubre, o mostrar un ambiente concreto a través de multitud de acciones simultáneas.

Otra de las complicaciones del plano secuencia es su integración en el ritmo de la película. Para que nos entendamos, una escena sucede en un mismo tiempo y lugar. Una secuencia está compuesta por distintas escenas que tienen una continuidad, por ejemplo, de acción. Un plano secuencia supone mostrar todo aquello que en una secuencia normal estaría cortado en el montaje, de ahí la necesidad de que no sea aburrido y funcione como una danza perfectamente coreografiada.

Sabemos que Kubrick era otro maestro del cine y lo demostró en El Resplandor en el plano secuencia que sigue a Danny en su triciclo por el hotel hasta la habitación 237. Pero esta técnica no es exclusiva del cine, es muy empleada por los directores de videoclips. Todo el mundo sabe que el grupo OK Go tiene vídeos musicales espectaculares y divertidos y el que realizaron para la canción "I won't let you down", dirigido por Kazuaki Seki y Damian Kulash, Jr. y Morihiro Harano como director creativo, se lleva la palma.

Existen infinidad de ejemplos de uso de esta técnica: en The Player (Robert Altman, 1992), en Oldboy (Chan-wook Park, 2003), en la serie True Detective (Nic Pizzolatto, 2014), en Senderos de gloria (Stanley Kubrick, 1957) -que podéis visualizar en este enlace via Youtube-. 

Un buen plano secuencia suele pasar desapercibido, pero ahora que ya sabéis un poco más sobre ellos ¡os invitamos a que los descubráis todos!

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Después de hablar de los visionarios del género, de entretenernos un rato con Star Wars y los clásicos de los 80 y 90, ha llegado el momento de terminar nuestro viaje con unos compañeros muy molones: los superhéroes y los viajeros espaciales.

Los superhéroes (aparte de nuestras madres, claro está) son personajes dotados de algún don especial que les hace tener capacidades inimaginables para un humano de a pie. Estas habilidades pueden deberse a varios factores. El primero es que no sean humanos, pudiendo ser seres de otros mundos, como es el caso de Superman o bien que tengan habilidades heredadas de los dioses como Wonder Woman; el segundo es debido a alteraciones físicas, bien sean innatas comos las de los X-Men en forma de mutaciones (¡hemos dicho mutaciones! ¡Corred, poneos a salvo!), producidas por algún tipo de accidente (¡malditas radiaciones!) como en el caso de Dr. Manhattan o bien inducidas con algún tipo de experimento (en el que generalmente el ejército de los Estados Unidos ha metido la nariz) como Capitán América. El tercer tipo de superhéroe es más asequible a la gran mayoría de mortales, hablamos del superhéroe que recurre a la tecnología para serlo. En este último caso sólo necesitaríamos tener el dinero de Tony Stark (ojo, no equivocarse de familia Stark) para ser Iron Man o haber heredado en imperio Wayne para ser Batman. Todos a la administración de lotería más cercana, ¡vamos!

La gran mayoría de superhéroes que vemos en pantalla han realizado hasta ella un viaje desde el universo del cómic en el que destacan dos brillantes galaxias: Marvel y DC Comics. La historia de este viaje del papel a la pantalla comienza con la adaptación en formato serie de Las aventuras del capitán Marvel (1941) y Batman (1943) hasta que por fin, en 1978 llega la primera gran película de superhéroes: Superman (Richard Donner), con Christopher Reeve interprentando a Clark Kent y su doble vida, siendo esta dualidad entre el héroe y el hombre una de las subtramas más recurrentes en este tipo de películas.

Tras comprobar que Kal-El y su capa tenían tirón, llegaron sus secuelas Superman II y III (Richard Lester, 1980 y 1983) y Tim Burton se puso manos a la obra para poner en el mapa cinematográfico a Gotham, con un Batman que llegó a las pantallas en 1989.

De ambas películas surgieron secuelas, series y remakes entre las que destacan la trilogía dirigida por Christopher Nolan: Batman Begins (2005); Batman: The Dark Knight (2008) y Batman: The Dark Knight Rises (2012), protagonizadas por Christian Bale acompañado de un magnífico elenco de villanos.

Aunque el universo DC Comic cuenta con más héroes uniformados que veremos proximamente desenvolverse en la gran pantalla (Wonder Woman o Aquaman entre otros), también tiene en nómina otros de vestimenta libre pero igualmente valiosos como Watchmen (Zack Snyder, 2009) o la peculiar Suicide Squad (David Ayer, 2016), en la que, por primera vez, los villanos son los héroes.

batman

Y ahora nos cambiamos de chaqueta para hacernos fans de Marvel. Su primer superhéroe en dar el salto al celuloide fue Capitán América (Albert Pyun, 1990), al que siguió El cuervo (Alex Proyas, 1994), película recordada por la muerte de Brandon Lee debido a un disparo accidental. En 1998 llega la primera película con la que Marvel decide hacer una franquicia: Blade (Stephen Norrington).

En la década de los 2000 el género se empieza a ver cada vez más influido por la acción y la aventura, siendo la ciencia ficción solamente la excusa para que ambas tengan un buen caldo de cultivo. Llegan entonces las entregas de Spider-man (Sam Raimi, 2002-2007),  Los cuatro Fantásticos (Tim Story, 2005 y 2007) y sobretodo el inagotable universo X-Men. Y es que los chicos del profesor Xabier llevan desde el 2000 asombrándonos con sus mutaciones genéticas gracias a las que incluso han regresado a una ciencia ficción más pura con viajes temporales en X-Men: Apocalisis (Bryan Singer, 2016).

Tras el éxito de todas ellas, Marvel se dio cuenta de que asociada con otras productoras (20th Century Fox, Columbia Pictures o New Line Cinema) sólo se estaba llevando las migajas de un enorme pastel, así que decidió fundar Marvel Studios y explotar toda una línea de personajes cuyos derechos le pertenecían aún y reunirlos a todos en un crossover. Bienvenidos, Vengadores.

Con varias películas de sus más representativos superhéroes, MCU (Marvel Cinematic Universe) se ha posicionado como una de las productoras más importantes en este género, gracias entre otros a Iron Man, Capitán América o Thor. Todos ellos se citaron en 2012 de la mano de Joss Whedon en The Avengers y en 2015 en The Avengers, the Age of Ultron. Si bien es cierto, que la apoteosis de los superhéroes Marvel llegó en 2016 con Capitain America: Civil War (Anthony y Joe Russo), en la que se citaban no sólo Los Vengadores, sino personajes como Spider-man, Ant-man o Black Panther.

En paralelo a estos superhéroes, Marvel también ha realizado viajes espaciales con Guardians of the Galaxy (Jamens Gunn, 2014) o explotando a Doctor Strange (Scott Derrickson, 2016).

avengers

Y dejamos a los superhéroes para poner nuestra mirada en lugares más allá del planeta Tierra, tanto en viajes de salida como de llegada. Ya habíamos hablado anteriormente de Alien o de E.T, así que vamos a hacer un breve repaso por el turismo interplanetario.

En La Tierra se vive muy bien, deben pensar muchos extraterrestres, así que, ¿por qué no colonizarla? Esta es la premisa de varios títulos como Independence Day (Ronald Emmerich, 1996) o La Guerra de los Mundos (Steven Spielberg, 2005) en el remake de la adaptación de la novela homónima de H.G Wells que ya había dirigido en 1953 Byron Haskin.

La figura del alienígena, con unas capacidades muy superiores a las del género humano, se contempla como un ser aniquilador que para nada quiere tenernos como colegas. La única forma de vencerlos y conservar intacto nuestro preciado planeta (ese que tanto cuidamos nosotros, guiño, guiño) es unir fuerzas en modo Fuenteovejuna.

Pero no os creáis que nosotros no somos viajeros, porque si ellos vienen nosotros nos vamos. Yuri Gagarin nos enseñó que podemos ir de excursión a Fuengirola o al espacio, todo depende de la tolerancia a la ingravidez de cada uno. Así que el cine se puso manos a la obra y pensó que tener una nave espacial daba para mucho y este mundo se le quedaba pequeño.

Fue así como salimos de la tierra para buscar otros mundos que habitar ya que al nuestro, por un motivo u otro, ya no es suficiente. El cine viajó hasta Pandora en Avatar (James Cameron, 2009) para revolucionar los efectos especiales o nos hizo pensar en la relatividad del tiempo en Interstellar (Christopher Nolan, 2014), donde una Tierra en las últimas necesitaba otro hogar para sus habitantes.

Hay directores que organizan viajes espaciales con la necesidad de salvar la Tierra en Armageddon (Michael Bay, 1998) o en Sunshine (Danny Boyle, 2007); otros lo hacen para darnos un garbeo y explorar en Contact (Robert Zemmeckis, 1997) siendo ésta la adaptación de la novela de Carl Sagan, en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013) o en la reciente Marte (Ridley Scott, 2015) en la que mediante la adaptación del Best Seller homónimo, el director aseguró que sólo pretendía hacer una oda a la ciencia. En otras como Gattaca (Andrew Niccol, 1996) el viaje espacial es sólo la excusa para hablar de una sociedad distópica en la que el control genético lo decide todo y en donde se unen varios temas recurrentes en el mundo de la ciencia ficción.

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Podríamos alargarnos eternamente repasando un género al que la barrera de la realidad no impide ser tan grande como él desee y es que nadie puede negar que la ciencia ficción tiene un encanto especial. Refleja nuestros miedos y nuestras esperanzas como civilización; sitúa a los humanos en el centro del Universo, pero al mismo tiempo evidencia nuestras debilidades y nuestra insignificancia frente a inteligencias superiores o fuerzas de la naturaleza. Pero, sobre todo, nos permite reflexionar, ya sea sobre avances científicos, sobre viajes espaciales o sobre las consecuencias de nuestros actos. Sólo queda esperar a que, con el tiempo, la realidad acabe superando a la ficción, pero es bueno recordar que todo empieza con alguien que sueña. ¿Le suena a alguien el nombre de Jules Verne?

"The older I get, the more I look at movies as a moving miracle. Audiences are harder to please if you're just giving them special effects, but they're easy to please if it's a good story. The audience is also the toughest critic - a good story that exists in your world may not be the first choice for an audience. So I just do the best I can." Steven Spielberg.

Después de hablar de los visionarios del género, de entretenernos un rato con Star Wars y los clasicos de los 80 y 90, ha llegado el momento de terminar nuestro viaje con unos compañeros muy molones: los superhéroes y los viajeros espaciales.

 

Los superhéroes (aparte de nuestras madres, claro está) son personajes dotados de algún don especial que les hace tener capacidades inimaginables para un humano de a pie. Estas habilidades pueden deberse a varios factores. El primero es que no sean humanos, pudiendo ser seres de otros mundos, como es el caso de Superman o bien que tengan habilidades heredadas de los dioses como Wonder Woman; el segundo es debido a alteraciones físicas, bien sean innatas comos las de los X-Men en forma de mutaciones (¡hemos dicho mutaciones! ¡Corred, poneos a salvo!), producidas por algún tipo de accidente (¡malditas radiaciones!) como en el caso de Dr. Manhattan o bien inducidas con algún tipo de experimento (en el que generalmente el ejército de los Estados Unidos ha metido la nariz) como Capitán América. El tercer tipo de superhéroe es más asequible a la gran mayoría de mortales, hablamos del superhéroe que recurre a a tecnología para serlo. En este último caso sólo necesitaríamos tener el dinero de Tony Stark (ojo, no equivocarse de familia Stark) para ser Iron Man o haber heredado en imperio Wayne para ser Batman. Todos a la administración de lotería más cercana, ¡vamos!

 

La gran mayoría de superhéroes que vemos en pantalla han realizado hasta ella un viaje desde el universo del cómic en el que destacan especialmente dos brillantes galaxias: Marvel y DC Comics. La historia de este viaje del papel al celuloide comienza con la adaptación en formato serie de Las aventuras del capitán Marvel (1941) y Batman (1943) hasta que por fin, en 1978 llega la primera gran película de superhéroes: Superman (Richard Donner), con Christopher Reeve interprentando a Clark Kent y su doble vida, siendo esta dualidad entre el héroe y el hombre una de las subtramas más recurrentes en este tipo de películas.

Tras comprobar que Kal-El y su capa tenían tirón, llegaron sus secuelas Superman II y III (Richard Lester, 1980 y 1983) y Tim Burton se puso manos a la obra para poner en el mapa cinematográfico a Gotham, con un Batman que llegó a las pantallas en 1989.

De ambas películas surgieron secuelas, series y remakes entre las que destacan la trilogía dirigida por Christopher Nolan: Batman Begins (2005); Batman: The Dark Knight (2008) y Batman: The Dark Knight Rises (2012), protagonizadas por Christian Bale acompañado de un magnífico elenco de villanos.

Aunque el universo DC Comic cuenta con más héroes uniformados que veremos proximamente desenvolverse en la gran pantalla (Wonder Woman o Aquaman entre otros), también tiene en nómina otros de vestimenta libre pero igualmente valiosos como Watchmen (Zack Snyder, 2009) o la peculiar Suicide Squad (David Ayer, 2016), en la que por primera vez, los villanos son los héroes.