El libro canijo de Petete

¿Qué curiosidades descubriríamos si nuestro mejor amigo se llamara Doc y además de tener un peinado un tanto extravagante, en sus ratos libres se dedicara a tunear un Delorean hasta hacerlo viajar en el tiempo? ¿Cuántas historias no nos habrán contado al completo o lo han hecho de forma un tanto tergiversada? Vamos, vamos, abróchense los cinturones que Doc ya ha reparado el condensador de fluzo y el viaje va a comenzar.

La guerra de los mundos de Orson Welles

Orson

Programo el Delorean y me planto en Estados Unidos un 30 de octubre de 1938. He ido a parar a un vecindario muy apañado, con sus calabazas adornando las entradas y sus señoras regalando magdalenas a diestro y siniestro. Enciendo la radio y conecto con la CBS, a ver qué nos tiene preparado Orson con La Guerra de los Mundos. Toda la vida escuchando que en Estados Unidos se formó la de Dios es Cristo porque pensaban que era un ataque real de los marcianos y ya tenía yo la curiosidad por saber si había sido tan grave el asunto.

Empieza el programa y la primera en la frente: “la CBS y sus estaciones filiales presentan a Orson Welles y el teatro Mercury en La Guerra de los Mundos de H. G. Wells”. Vamos a ver, ¿quién no ha pillado la presentación del programa de radio? A ver si ahora nos van a invadir los extraterrestres y presentarse educadamente diciendo que son personajes de un serial radiofónico. Es verdad que Orson le pone mucho ímpetu a la adaptación, pero de ahí a que esté leyendo un teletipo de la agencia EFE (en su versión americana, por supuesto), va un trecho.

El vecindario está tranquilo, nada de esas historias de que cundió el pánico en las calles. Orson sigue, y escucho como el vecino de al lado empieza a gritar. Es el que siempre llega tarde a todos los sitios, así que no es extraño que haya llegado tarde también a la presentación de la CBS y crea que pasado mañana en la casa de al lado vivirá un señor verde.

Y oye, uno puede entender que alguien encendiera tarde la radio y pensara: “nos invaden los marcianos, y yo con estos pelos”, pero es que va el bueno de Orson y termina el programa de radio diciendo: “Éste es Orson Welles, señores y señores, fuera de personaje, para asegurarles que la guerra de los mundos no es otra cosa que la diversión de un día libre. Es la forma radial del Teatro Mercury de cubrirse con una sábana y aparecer detrás de un arbusto gritando ¡buu!”.

Nos hemos criado en una mentira.

El lado artístico de Nerón

Neron

Marco en el Delorean siglo I a. C y me planto en Roma en un pis pás. Veo mucho revuelo y me dirijo a unos patricios que veo comiendo uvas como quien engulle pipas y les pido que me pongan al día. Al parecer Nerón es emperador y esta tarde va a dar un concierto de lira en un teatro. Después de ponerme al tanto de todos los dimes y diretes de los romanos (no he podido evitar reíme cuando me han confesado que Calígula se volvió loco porque le revelaron que su nombre significaba “Sandalita”), me dirijo a tan ilustre acontecimiento.

¡Qué bien hubiera hecho si me hubiera quedado en casa! Este Nerón es malo con cojones. Con la excusa de ir al servicio he intentado escapar del teatro y me ha dicho la guardia romana que tire pa’dentro que las puertas del teatro están cerradas hasta que el bueno de Nerón dé por concluida su actuación. Si ya teníamos poco con el tormento acústico de la lira, va la señora que tengo sentada al lado y se pone de parto la buena mujer. Y los guardias, que nones, que rompa las aguas que quiera, pero que de allí no sale ni Dios (normal, siendo el siglo I a. C, Jesucristo no iba a manifestarse). La señora pariendo, el de al lado haciéndose el muerto para ver si llamaban a Gladiator Pompas Fúnebres a llevarse el cadáver (y la verdad que el olor de muerto sí que lo echaba; mucha terma, y luego huelen a bote sifónico)… ¡Están locos estos romanos!

He perdido la sensibilidad musical, dos días de mi vida encerrado en un teatro, la creencia de que todos los romanos olían bien y vuelvo al 2015 y leo que el notas de Nerón, antes de morir dijo: “¡qué gran artista muere conmigo!”. No me hagas hablar Nerón, que valgo más por lo que callo que por lo que hablo.

Laika, la perrita cosmonauta

Laika

 

Aceleramos nuestro coche y nos plantamos en el 3 de noviembre de 1957. Nada más abrir la puerta, me llega un tufo a vodka que me indica que sólo puedo estar en la URSS. Baikunur, Kazajistán, para ser más exactos. Veo a dos rusos grandes, con cierta rojez y un ligerísimo zigzag en la forma de caminar. Deben haber estado calentándose a base de agua y etanol. Llevan una perrita con ellos y la verdad es que el animalito lleva una mirada de pánico que parece que los huesos que le han dado a cambio de que vaya con ellos no han merecido la pena. Se llama Laika y el nombre le viene de su raza. Los laikas son unos perros que vienen de Siberia y se caracterizan por su gran fuerza y resistencia. Los creadores del Sputnik 2 pensaron que sólo una raza tan fuerte (y por qué no, tan autóctona y patriota de la madre Rusia) podría ser la tripulante de la nave con la misión de orbitar la Tierra por primera vez con un ser vivo a bordo. Son las 19:12 y con menos protocolo que los americanos, ponen el Sputnik 2 en órbita. Laika acaba de hacer historia. Si la carrera espacial es una competición entre soviéticos y americanos de a ver quién mea más lejos, el chorro de los rusos acaba de cruzar el Gran Cañón del Colorado. Nikita Krushchev se levanta el brazo a sí mismo celebrando la victoria mientras la pobre Laika mira por la ventanica de la nave espacial sabiendo que no va a salir viva de ésta.

Los rusos también saben que Laika no va a sobrevivir porque la tecnología da para hacerla ir pero no para hacerla volver. Hay que tener en cuenta que los descuentos por los billetes de ida y vuelta, son muy posteriores a los años 50. Hay planes para matar a Laika antes de que la nave se desintegre al entrar en la atmósfera y lo último que pueda decir la perrita sea “voy a ser volatilizada” como Sean Connery en “La Roca”. Que si gases, que si carne envenenada… hay mucho planes para que Laika se vaya al cielo perruno de forma dulce, pero la verdad es que las previsiones de los Soviéticos de que dure 10 días en órbita, es cuanto menos optimista. Siete horas más tarde, Laika está muerta por el sobrecalentamiento de la cápsula y por estrés. Pero eso nunca lo dirán (no al menos hasta 2002).

No es de extrañar que dentro de unos años, cuando manden a Yuri Gagarin al espacio un 12 de abril de 1961, el cosmonauta suba al Vostok 1 siendo segundo teniente, y 1 hora y 48 minutos más tarde (conduciendo a 27.400 km/h un garbeo a la Tierra equivale a un “ahora volvemos” de cualquier cadena de televisión antes de empezar los anuncios), cuando bajó de él ya era Mayor. Lo habían ascendido durante su viaje espacial. Si le pasaba lo mismo que a Laika, al menos poder despedirlo con honores, ¿no?

A Laika la seguirán unos cuantos animales más, entre ellas otras dos perras más: Belka y Strelka, que al castellano vienen siendo Blanquita y Flechita. ¡Cómo son estos soviéticos! Mucho gulag y mucha Siberia y para la nomenclatura perruna son unos tiernos.

Estas historias y unas cuantas más, pueden leerse en el libro divertido y ameno libro de Nieves Concostrina “Menudas Historias de la historia” (La esfera de los libros, 2009).