Martes, 21 Julio 2015 09:51

Las matemáticas de los guiones

¿Os habéis preguntado alguna vez cuál es la fórmula secreta de un éxito cinematográfico? Un segundo, reformulo la pregunta para aquellos que han pensado con las hormonas: ¿os habéis preguntado alguna vez cuál es la fórmula para escribir el guión de un éxito cinematográfico? Un señor llamado Syd Field lo sabía. Y Mel Gibson conocía a Syd Field.

Ese señor con nombre raro (me refiero a Syd, no a Mel), definió en el paradigma que lleva su nombre, la estructura que tienen la gran mayoría de historias y que las hacen atractivas para el espectador.

Para analizar el paradigma de Syd Field pondremos por ejemplo una película que seguramente todos hayáis visto: Braveheart. Vale, hijos de Escocia, ahora que ya os habéis venido arriba sólo mencionando el título, tranquilizaos y seguid leyendo. Braveheart (Mel Gibson, 1995) fue escrita por Randall Wallace (no sabemos si es familia de William) y cuenta la historia de uno de los héroes de Escocia. Y Randall Wallace también conocía a Syd Field.

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Según el paradigma, toda película se divide en tres actos: primer acto o planteamiento, segundo acto o confrontación y tercer acto o resolución. Los nombres hablan por sí solos así que vayamos al meollo del asunto. Según Syd Field, el primer acto ocupa el 25% del metraje de la película, el segundo acto el 50% y el tercero el 25% restante.

Si prestamos atención a Braveheart, encontramos que el primer acto finaliza con el asesinato del Sheriff tras la muerte de Murron al grito de “¡Venganza!” (MaCaulish! MaCaulish! en la versión original). Según los porcentajes de Field, esto debería suceder en el minuto 42, y ocurre en el 49 (sólo las matemáticas son ciencias exactas). El segundo acto transcurre entre la sublevación definitiva del pueblo escocés (y un irlandés, todo hay que decirlo) y la traición de los nobles al héroe William Wallace. Echando mano de la calculadora, el 50% del metraje son 85 minutos y a Gibson le llevó 100 explicar la historia de Wallace. Por último, el tercer acto, en el que se resuelve el destino de todos los personajes, debería ser de otros 42 minutos, aunque en este caso, ha sido reducido a 22 minutos (gracias Mel, por no entretenerte con emasculación y evisceración sufrida por William, todo un detalle).

Además de los tiempos de los actos, Syd Field encontró la llave que abre la puerta de un acto a otro: los plot points o puntos de giro, que no son más que un punto de inflexión en el transcurso de la historia. En nuestro caso, que el Sheriff cabrón de turno le rebane el cuello a la recién estrenada esposa del protagonista es un punto de giro más que evidente: enciende a un Wallace ya guerrero por naturaleza y a un pueblo harto de los abusos (que les dejaran a los nobles gozar del derecho de pernada  no ayudó mucho, la verdad). El segundo punto de giro lo encontramos justo cuando los nobles escoceses deciden venderse por un puñado de monedas y traicionar a Wallace (puede que además de las promesas del Rey de Inglaterra, lo traicionaran por un poco de envidia por ese pelazo que se gasta el machote de William).

Y, ¿qué sería del cine sin los momentos cumbre? Seguro que cuando leísteis por primera vez Braveheart en este artículo a todos os cruzó por la cabeza la imagen de un belicoso William Wallace con la cara pintada de azul y arengando a los hijos de Escocia antes de la batalla de Stirling. Quizá otros recordasteis los gritos de ¡Victoria! ¡Wallace! Que gritan todos tras haber ganado en esa misma batalla. Enhorabuena, habéis encontrado el punto medio de la película.

 

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Para terminar, nuestro teórico de nombre raro, definió un concepto más: las pinzas. Encontramos dos pinzas en el segundo acto, una antes del punto medio y otra antes del segundo punto de giro. La primera es un acontecimiento que indica el conflicto de forma clara. En Braveheart, se produce cuando empezando su lucha, los escoceses asaltan un fuerte inglés en el que se alzan con la victoria y donde William ordena a los supervivientes que vuelvan a Inglaterra y le digan al Rey que Escocia es libre. En resumen, la primera pinza declara la guerra. Mientras tanto, la segunda pinza tiene el mismo cometido, con la diferencia de que en lugar de llevarnos al punto medio, nos lleva a la resolución. Tras tocar el cielo en Stirling, Wallace y su ejército caen en Falkirk tras la traición de Bruce y del resto de nobles. Los días de vino y gloria han pasado.

Ahora que le hemos dado nombre a la teoría, no os resultará muy difícil desentrañar los misterios de un guión cuando estéis en el sofá viendo una película. Incluso las películas más simples requieren de una estructura planificada, y esa estructura no viene a ser otra cosa que la que esbozó Syd Field en su paradigma. Pero ahora que sabéis todo esto, no os volváis frikis y veáis películas con escuadra y cartabón para dibujar el esquema, para eso, ya estamos nosotros. ¡Disfrutad del cine, coño, que para eso está!

BRAVEHEART